El terror de las cámaras movedizas se muda a la luna.
Cuenta la leyenda que en diciembre de 1973, y financiada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, despegó una misión asignada bajo el nombre de Apollo 18. Cabe aclarar que el gobierno de los Estados Unidos había cancelado el plan Apollo en el número 17, a causa de la falta de fondos de la NASA, y en el tintero quedaron las misiones de 18 a 21, cortando así la odisea espacial norteamericana.
Pero la aventura tendría un nuevo episodio, ya que en total secreto tres astronautas salieron del planeta con una misión que, oficialmente, constó en poner una especie de rastreador en nuestro satélite natural que, en teoría, funcionaría para la seguridad nacional (pensemos que la guerra fría estaba en su apogeo), pero al llegar allí, se darían cuenta que nada es como les dijeron.
Apollo 18 clama ser una versión editada de más de ochenta horas de cinta que grabaron estos astronautas, pero en realidad es una película dirigida por el madrileño Gonzalo López-Gallego, que pisa Hollywood por primera vez en este mockumental producido por Bob Weinstein. Y que no se quedará ahí, ya que desde Dimension Films aseguraron que “esto es sólo el comienzo”, ¿de qué?… ya lo veremos.
La película en sí es otro ejemplo más de terror efectista. La tensión que suelen tener este tipo de películas filmada con cámara en mano casi no existe, convirtiendo a Apollo 18 en una obra que se divide en dos momentos: cuando intenta asustar o cuando no pasa absolutamente nada. Tiene algunos buenos momentos, y tiene algunos buenos sustos, pero no va más allá ni se la juega por querer revolucionar este nuevo género, que nos da lo mismo una y otra vez desde el Proyecto Blair Witch, de 1999. Eso quiere decir que la fórmula sigue intacta: sustos repentinos, largos momentos “costumbristas” para darnos la sensación realista, cámaras que tiemblan, imágenes borrosas… ya saben. La única diferencia es que el marco no es un bosque, o una habitación, o una ciudad en llamas, es la luna.
El gran problema que tiene Apollo 18 (para puntualizar y no hablar de todo el género) es que no sorprende. Uno ya sabe cuándo van a intentar asustarlo, por lo cual no se asusta (o no se asusta tanto, no voy a negar que algún salto se puede dar) y hace que toda la película pierda gracia. Además, van a tener que pensar seriamente qué hacer con esos momentos en los cuales los protagonistas duermen, o almuerzan, porque se convierten en minutos perdidos que terminan resumiendo el contenido real de la película a unos meros veinte minutos finales.
En definitiva, Apollo 18 es algo que de alguna forma prometía, pero que se queda en la cómoda y vuelve a contarnos la historia del mal que se esconde en la oscuridad, y de los dos pobres tipos a la buena de dios, olvidados por su gobierno que deben sobrevivir a como de lugar en un territorio hostil. Dos cuentos narrados hasta el hartazgo que se unen para hacer del lugar común una película entera.