Nada por aquí, nada por allá...
Apollo 18 es, en principio, otra de las películas de terror hijas de las premisas del Proyecto de Blair Witch de 1999. Esto es, armar un film a base de imágenes supuestamente reales que documentan algún hecho extraordinario y terrible. En verdad, aceptamos el juego de que las imágenes son material rescatado de hechos verídicos desde Holocausto Caníbal, recurso que por gastado no deja de producir, a veces, un golpe de efecto interesante. El problema es que la mayoría de estas películas solo se quedan con eso, sin historia, sin ideas o sumando un montón de arbitrariedades y ridiculeces. Apollo 18 contiene todas estas fallas al por mayor.
Entonces la cosa es más o menos así: oficialmente, el último viaje del hombre a la Luna se produjo el 7 de diciembre de 1972, en el Apollo 17. De acuerdo con el material “encontrado”, con el cual fue hecho el film en cuestión, hubo una misión secreta posterior en el Apollo 18 donde se nos revelará la verdad acerca de por qué el hombre jamás volvió a pisar el suelo lunar. Entonces veremos un montaje de imágenes tomadas a través de las cámaras de control y documentación de la nave, y las que instalan convenientemente los astronautas en suelo lunar, además de la que llevan en la mano. Todo bajo el aspecto visual de aquellas filmaciones rudimentarias y por momentos ininteligibles, a través de las cuales se pudo ver a Neil Amstrong pisar suelo lunar en 1969.
El film del español Gonzalo López Gallego (Nómadas ; Sobre el arcoíris, El rey de la montaña), es esquelético. Desde el principio está acotado y presionado por su propia propuesta. El estilo “falso documental” obliga a abandonar unas cuantas herramientas cinematográficas y simular tosquedad o desprolijidad, con lo cual se pierde en emoción, en timing volviéndose todo monótono y se decanta en el aburrimiento. Además, el espacio donde se desarrolla la acción se ve claramente comprometido, es decir, astronautas encerrados en una nave demasiado pequeña, como lo era el modulo lunar de las misiones Apollo, que sólo pueden salir por determinado tiempo en trajes pesados e incómodos, teniendo que lidiar con cierta amenaza extraterrestre que no tiene ningún problema para vagar lo mas campante por la Luna. De ahí que el desenlace sea obvio y previsible: sabemos que en las misiones en el espacio cualquier eventualidad es tragedia, por lo cual, si aguantamos el innecesario bodrio de la primera media hora de la película, quizás podramos ver qué les pasa a estos muchachos.
López Gallego, ante las dificultades que tiene el film desde su concepción, sólo le suma ineptitud y falta de ideas. Lo único que le queda para generar suspense, es hacer zoom y subrayar (unas cuantas veces) alguna piedrita moviéndose donde no debería hacerlo; o cada vez que llega un ataque climático, recurrir a una interferencia o la destrucción de la cámara prohibiéndonos ver que está pasando. ¡Incluso hace que las cosas hagan ruido al caerse, fuera de la nave, donde no hay atmósfera! En suma, despoja a su película de la posibilidad de mejorarla mediante los recursos de la imagen, haciendo hincapié hasta el hartazgo con los pocos recursos disponibles, quedándose con el esqueleto de una película, una historia escuálida ejecutada y flaca de ideas. Quizás hubiera sido igual de mala si se la pensaba con otra concepción, pero seguro que no tan desagradable y tediosa.
Así, repleta de lugares comunes y de golpes de efecto, avanza Apollo 18 hacia la nada. Esto se da porque el resultado más común de tanta torpeza y tantas malas elecciones en la elaboración de un film es el aburrimiento, y la total carencia de emoción. En eso Apollo 18 cumple.