Mirando debajo de la hermosa alfombra.
Dos años después de su estreno en Estados Unidos nos llega esta pequeña comedia dramática que trata sobre el “american dream”, como debajo de ese bello envoltorio se esconden las miserias humanas; y al mismo tiempo como reacciona un niño a la hora de crecer.
Repasando, vemos la historia de Scott, quien se encuentra en ese difícil paso de la niñez a la adolescencia. Empezando a descubrir la vida, el joven Scott aún juega a ser un héroe frente al espejo mientras que de a poco va viendo que su vida familiar se derrumba, cómo aquella chica que siempre amo ya actúa como una adolescente, y a entender que todas las familias tienen sus propias miserias, no sólo la suya.
Con una historia simple pero efectiva, el guión de los hermanos Derick y Steven Martini nos muestra la verdad detrás del espejismo que es la típica familia modelo norteamericana, todo a través de los ojos de un niño que de golpe –literalmente- se encuentra con el mundo real. Si bien hay un error temporal garrafal que por estos lares del mundo todos nos damos cuenta, la trama fluye con naturalidad sin jamás verse forzada, a pesar de la hora y media que dura el film.
El plantel de actores cumple a la perfección, destacando sobre todo los jóvenes Rory Culkin y Emma Roberts como la pequeña pareja protagonista que ven a sus padres como los modelos a no seguir en su vida adulta. El resto del reparto acompaña de forma solvente, sobre todo la pareja de Hennessy de un Baldwin que conoce a la perfección el género -atención a la escena de discusión entre ambos en la cocina-.
La dirección del primerizo Derick Martini es más bien minimalista, haciendo que la protagonista del film sea la historia y no su virtuosismo con la cámara, aunque deja huella de buenas intenciones, sobre todo a la hora de jugar con los reflejos en espejos y vidrios.
También a destacar el trabajo de fotografía a cargo de Frank Godwin, quien logra transmitir un clima gélido, tanto para plasmar la época del año en la que está situado el film como también el estado de ánimo de los personajes.
La música de Steven Martini (¿todo queda en familia eh?) funciona, aunque en determinados momentos llega a molestar, más que nada por su tono más apto para la comedia que para el drama, haciendo que el score y el dramatismo de las escenas no funcionen como debería.
En conclusión, Aprender a Vivir es una interesante propuesta para ver la verdad detrás de la apariencia del sueño americano, todo visto por los ojos de un chico que debe empezar a ver las cosas como son; pero al no jugarse más por un humor cínico o un dramatismo más crudo, junto con no arriesgar más desde la dirección, no es lo redonda que podría haber sido y queda en camino de ser una hermana menor de Belleza Americana (American Beauty, 1999).