Una idea que podría haber funcionado mejor
Es sabido que los popes de Hollywood encontraron en la informática el Santo Grial del actual negocio cinematográfico. Pero en este último tiempo se dieron cuenta de que había más tela para cortar e hicieron de las figuras emblemáticas del mundo 2.0 disparadores argumentales: ver si no La red social o la inminente Jobs para comprobarlo. En esa línea se inscribe Aprendices fuera de línea, horrible traducción local de The internship, con la diferencia de que el eje no está en una persona, sino en... Google. Que el lector deseoso de la complejidad y los matices de la película de David Fincher dé vuelta la página, porque la película del generalmente mediocre Shawn Lewy –la notable excepción es Gigantes de acero, paradojalmente la única no comedia en su filmografía– es un tour empresarial conducido por un par de esos guías empecinados en caerles bien a los visitantes. Y como todo tour, el resultado deja un resabio de insuficiencia, a ganas de un poco más.
¿Se está, entonces, ante un chivo disfrazado de película de casi dos horas de duración? No del todo porque, nobleza obliga, la empresa sirve de excusa para una comedia. ¿Buena? Quizá sí hace doce, quince años, pero hoy, cuando tipos como los hermanos Farrelly, Judd Apatow, Ben Stiller, Adam McKay y el resto de la troupe de la Nueva Comedia Americana torcieron el rumbo del género a una rugosidad, anarquía e incomodidad sin retorno, la blancura, liviandad, inocencia y tersura de Aprendices fuera de línea luce obsoleta. Tanto como los dos protagonistas (Owen Wilson y el aquí también coguionista Vince Vaughn) en las coordenadas del sistema tecnologizado imperante. “Prepárense porque la cosa está dura afuera y ustedes son dinosaurios”, les advierte el jefe (John Goodman, con camisa hawaiana extrapolada de Argo y El vuelo) justo antes de despedirlos. La mala nueva significa un auténtico mazazo para estos amigotes, más aún cuando ellos habitan ese in between entre la adolescencia y la adultez tan habitual en la NCA y los obliga a encontrar nuevos rumbos.
Y para combatir la ajenidad, ¿qué aplicar para una pasantía en esa meca del mundo 2.0 que es Google? Que entren después de la peor entrevista laboral de la historia es un capricho del guión tan inverosímil como necesario para la fabulita deportiva y de superación que vendrá después. Lo primero, porque el coordinador de turno establecerá una suerte de competencia en la que los integrantes del grupo ganador pasarán a integrar el staff permanente. El desconocimiento del argot informático de la dupla y la responsabilidad impertérrita de los freaks and geeks que tienen como involuntarios compañeros es el caldo de cultivo para una feelgood movie sobre las bondades del amor, la solidaridad y el compartir, con unos encargándose de explicar las posibilidades de la vida muros afuera y los otros operando como lazarillos en el universo digital. La decisión de Lewy quizá no sea errónea, pero tampoco la mejor. La materia prima (Wilson + Vaughn + un Will Ferrell sutilmente extraordinario) daba para más.