El paraíso geek
Hace dos años, Shawn Levy estrenaba Gigantes de acero, con Hugh Hackman, un filme que recuerdo haber disfrutado particularmente en la sala de cine. Una película deudora del cine de Spielberg, con el carisma y la garra habitual de Hackman, es decir, una maravilla. Recordando esto dan ganas de que Aprendices fuera de línea guste un poco más. Sin embargo, la liviandad de esta película pudo más a la hora de generar esta crítica.
Desde el vamos, Aprendices fuera de línea es un filme con pocas posibilidades de fallar: tiene un director con oficio que sabe de comedia (Una noche en el museo 1 y 2); una dupla de comediantes (Wilson y Vaughn) siempre efectiva y con una gran química; un reparto con talento joven y con algunos de esos actores y actrices que nunca desentonan, como Rose Byrne, John Goodman y hasta Jessica Szohr si somos generosos; y la participación siempre genial, explosiva y delirante de Will Ferrell. Es muy raro que una comedia concebida así falle del todo y sea una catástrofe. Su problema es lo superficial y conformista que se torna, ya que durante todo su desarrollo es incapaz de salirse del molde y tirar una bofetada risueña.
En un prólogo de buen ritmo se nos presenta la historia de Billy y Nick (Vaughn y Wilson respectivamente), dos vendedores de relojes del viejo estilo, es decir, lamebotas del cliente que aprovechan la simpatía, la manipulación y demás habilidades sociales para concretar ventas. El tema es que la compañía para la que trabajan cierra y quedan desempleados en un mundo como el actual, donde son básicamente obsoletos para cualquier trabajo de status medio, esos empleos que te garantizan, más o menos, alcanzar el famoso sueño americano. Entonces, en una claramente absurda decisión, deciden probar suerte en Google, una empresa que es lo absolutamente opuesto a lo que ellos representan. Para explicarlo sin rigor y a grosso modo, Billy y Nick son el arquetipo del charlatán ocioso y exitoso de los noventa y Google es la empresa que se dio cuenta del negoción que era la información que circulaba por Internet antes que cualquiera, y transformo la manera de hacer negocios en estos comienzos del Siglo XXI. Así, esto dos tipos sin ninguna otra herramienta más que un optimismo a prueba de balas, como si se hubieran leído todos los libros de Dale Carnegie y Chris Gardner, se embarcan en una pasantía donde quedarán seleccionados unos pocos para cubrir algunas vacantes de la compañía.
Una de las cosas más molestas de la película es que muestra a Google como el mejor lugar de trabajo sobre la faz de la tierra, una especie de parque de diversiones para adultos, con café y comida gratis y geniales sueldos. Pero la verdad es que todos sabemos que Google es una empresa como cualquier otra con la fastuosa ambición de controlar todo el mercado informático posible, algo así como el Microsoft de nuestra década, salvando las obvias distancias. A pesar de esto, el film de Levy es sincero con su ideología: Billy y Nick no quieren redimirse ni evolucionar, sino que quieren demostrar que su visión del mundo no está caduca y que ellos, a fuerza de buenas intenciones, pueden formar parte de este tiempo sin modificar demasiado nada de su ser.
En contraposición a lo negativo de Aprendices fuera de línea, debemos agregar que casi todos los demás elementos funcionan bien, los chistes intergeneracionales y referencias son buenos, la subtrama amorosa es correcta y viene al caso, y la verborragia de Vince Vaughn hace que cualquier guión parezca posible. Hay dos escenas interesantes: la aparición de Will Ferrell, que es el momento de mejor humor (de ese corrosivo y hasta incómodo) de toda la película, y la conversación entre los protagonistas y los casi adolescentes compañeros de pasantía, donde uno de ellos habla de las dificultades de ser un joven adulto en la amarga Norteamérica actual. Ese, parece, debió ser uno de los temas a desarrollar, pero toda la mención se reduce a esa sola escena.
Por último, debo decir que tuve la oportunidad de ver Corazón de León (la de Francella enano) luego de haber visto Aprendices fuera de línea, y me hizo pensar cuántas cuestiones técnicas y de contenido nos falta resolver en la comedia masiva de la Argentina. Da un poco de vergüenza ver a cien adultos riéndose de un enano porque es enano y de las dificultades de comunicación de un sordomudo (esto último no es intencional por parte del film, la gente se rió solita). Lamentable.