Como un ensayo
La realización de Víctor Kesselman, más que un filme, es un personal ensayo cinematográfico.
Los riesgos que asume Víctor Kesselman, el director de Aprox, con este híbrido experimental que resulta su película, podrían disminuirse fácilmente poniéndole el rótulo de ensayo. Ni documental ni ficción, tal vez sea éste un personal ensayo cinematográfico, pero su ambigüedad, cruce de sátira y lenguaje científico, definitivamente le juega en contra.
En su opera prima, este publicista y músico que se dio el lujo de cantar a Ramón Ayala en el documental de Marcos López, se propone recorrer y analizar diversas situaciones cotidianas basándose, a veces de manera paródica, en el estudio del lenguaje del cuerpo, en las disputas de poder canalizadas a través de los gestos y movimientos. El epicentro de la acción es una agencia de publicidad, pero suma historias paralelas. No por casualidad el filme arranca citando a Lie to Me, la serie en la que Tim Roth las juega de psiquiatra experto para desentrañar los engaños más importantes del mundo.
Al contrario de la serie estadounidense, aquí los engaños se juegan en escenas cotidianas. La competencia laboral en extremo, las mentiras inocuas, el flirteo sexual como llave de poder absoluto.
Reconozcámosle a Kesselman su mirada personal. Ese punto, y quizá la identificación de los espectadores con algunas de las escenas son el salvoconducto de Aprox.
“Cada idiota ejerce su cuota de poder sobre nosotros”, exagera el filme. Pero a su vez deja en evidencia las miserias humanas. Los vicios, giros comunicativos, observados desde lo que no se verbaliza. Vivezas, estrategias de sometimiento, recursos retóricos para controlar al otro. Un teatro de idiotas. ¿Kesselman podría convertirse en un autor de manifiestos, al estilo Lars Von Trier y su dogma? Se distancia del cine oficial, nos enrostra la idiotez. Pero sus personajes no fingen para librarse de las ataduras. Las ponen en práctica en el cine también.