Hollywood y el poder se van al mazo.
Desafío al spoliler si los hay, la ópera prima del reputado guionista Aaron Sorkin se toma el atrevimiento -como siempre suele hacerlo- de exponer detrás de una trama de alta complejidad un caso real, que gira en torno a la corrupción estatal, la ludopatía en altas esferas de la sociedad y sobre todas las cosas a la podredumbre de la doble moral yankiee, hoy blanco de un incipiente y peligroso puritanismo a partir de la sobre actuación y acusaciones cruzadas de acoso y abuso a las actrices, que hizo mella en la última edición de los Globos de Oro y seguramente en la próxima entrega de los Oscars el 4 de Marzo.
Apuesta Maestra toma como contexto el mundillo secreto de las partidas privadas de póquer, cuyos jugadores pertenecen a la crema del jet set, la clase empresarial, deportistas multimillonarios y varios personajes exóticos pero tapados de millones. También recrea el derrotero de Molly Bloom, bautizada por los medios sensacionalistas como “La reina del póquer”, quien fuera durante varios años la mayor organizadora de partidas con apostadores que despilfarraron fortunas en las diferentes veladas, muchos de ellos ludópatas no reconocidos, entre otras cosas.
Lo que el guionista y ahora director desarrolla en un guión perfecto, con todos los aditivos de sus anteriores trabajos, es el entramado que se despliega cuando de acopiar dinero se trata en la inhumana carrera del capitalismo salvaje. Las presas de esta cacería en este caso son las celebrities de doble discurso, aquellos multimillonarios mimados por el sistema y que hacen de la imagen pública y popularidad su mejor escudo. En ese sentido, el trabajo de Sorkin apunta al corazón de Hollywood, pero no se queda en la anécdota de la incorrección política cuando suma un nuevo jugador: el Estado y el FBI como extorsionadores de Molly, dispuestos a quebrar su código ético -parece risueño hablar de ética en este caso- o a hacerle la vida imposible en lo que hace a lo económico y también personal.
No es novedad contar con diálogos rápidos, agudos y de una contundencia y síntesis asombrosa. Para ello, el reparto acierta en los actores elegidos: Idris Elba, en la piel de un abogado y la magnética Jessica Chastain en el cuerpo, mente y piel de Molly Bloom, rol que la ubica en el podio de las estrellas con talento superlativo.
La primera advertencia al espectador principiante es que el film se entiende a pesar del hermetismo del lenguaje relacionado con el sistema del póquer, sus estrategias, trucos y maneras de llevar a la práctica determinado tipo de acciones con un objetivo concreto que no es otro que el de que todos pierdan, menos la banca y claro está un cómplice dentro de la partida disfrazado de jugador. Sin embargo, para que el mecanismo se aceite y realmente cada jugada sea anticipatoria de una catarata de dólares en juego, la pata en la que debe sostenerse el andamiaje ludópata se relaciona directamente con el reclutamiento de malos jugadores con mucho dinero para perder.
Desde esa raíz del juego, sus jugadores y las miserias humanas, Sorkin baraja varias subtramas, entre ellas la judicial, la de la corrupción, la de la infancia y adolescencia de Molly y su azaroso empleo de verano, que la introdujo en el universo de las apuestas privadas primero como asistente de un anfitrión con pocas luces.
Apuesta Maestra por momentos asume una energía y dinámica para sacarse el sombrero, resulta indispensable prestar toda la atención posible mientras la historia avanza y retrocede en el tiempo de Molly, sin lugares fáciles donde descansar narrativamente hablando y con la impronta de acompañar cada situación desde la distancia del narrador que no toma partido o juzga a sus personajes. Gran debut de Aaron Sorkin detrás de la cámara.