Es uno de esos policiales endemoniados, donde la tensión se vuelve insoportable: cuando desde el poder y ante la desesperación y la codicia el ser humano es capaz de autoflagelarse y humillarse a límites inimaginables. El mecanismo que propone el título funciona como un relojito y como en “Los juegos del miedo” pone a prueba el estómago de los espectadores. Para amantes de emociones al límite. Los demás abstenerse.