Modesta remake de cuento de Hitchcock
Adaptando a la perfección el diabólico cuento corto de Roald Dahl, Alfred Hitchcock logró el que podría ser considerado como el mejor episodio de su famosa serie de TV.
En "Man from the south", Peter Lorre era un millonario adicto al juego, con un talento especial para inventar apuestas totalmente desquiciadas. El joven Steve McQueen interpreba en ese episodio al desprevenido trasnochador que, de golpe, se veía arrastrado a tomar el enésimo dry Martini en la suite de ese ominoso desconocido con la capacidad de convencerlo de una apuesta en la que podía ganar un auto de lujo, o perder su dedo meñique.
La historia fue objeto de un remake oficial en la versión de "Alfred Hitchcock presenta" de los años 80, y de varias copias más o menos camufladas en un episodio del film "4 habitaciones" de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez.
Da la sensación de que esta negrísima comedia indie intenta llevar una premisa, más o menos similar, a sus máximas consecuencias, volviendo más depravadas aun las intenciones del apostador, que decidió festejarle el cumpleaños a su bella y joven esposa sometiendo a dos perdedores a retorcidísimas situaciones sádicas, humillantes y directamente criminales.
El par de víctimas son dos compañeros de secundario que no se veían hace años y que se encuentran por casualidad en un bar. Uno es un tipo de avería, casi un matón, mientras que el otro es un escritor fracasado que se acaba de quedar sin trabajo y enfrenta la posibilidad de que lo desalojen de su casa junto a su mujer y su bebé.
Teniendo una deuda de 4.500 dólares que le parece impagable, la posibilidad de ganar un par de cientos o más, cada vez que estos ricachones tiene un capricho, no parece equivocada, aunque implica ir metiéndose en problemas cada vez más graves.
Cuando el grupo deja el bar y sigue la juerga en la casa de los millonarios, las cosas se ponen serias, dado que para colmo, la estrategia es enfrentar a los dos amigos, ya que en cada nueva "prenda", el premio es para el ganador.
La película se demora en exponer su premisa con dedo meñique incluido, por supuesto- y si bien se las arregla bastante bien para mantener la atención del espectador con sólo cuatro personajes encerrados en un par de locaciones, por momentos, las limitaciones de todo el asunto se ponen en evidencia.
Lo que hay que reconocer es que los cuatro intérpretes sostienen las situaciones sin darle un tono teatral (el director aprovecha cada rincón del decorado a fondo) y, sin dudas, las guarradas imposibles que terminan haciendo estos tipos logra que "Apuestas perversas" nunca aburra, e incluso por momentos resulte ingeniosa y divertida. Eso para aquellos espectadores que no opten por abandonar la función abruptamente, ya que, digamos, esto no es para paladares delicados.