Quién da más
Una comedia negra con sangre y mutilaciones.
Un crítico norteamericano calificó a Cheap Thrills como una mezcla de Jackass y Michael Haneke, pero lo cierto es que la ocurrencia dice más sobre la creatividad de ese crítico que sobre la de la película. Por supuesto que la premisa es muy similar a la de Jackass y que por momentos recuerda -lejanamente- a Funny Games, pero el director debutante E.L. Katz y los guionistas David Chirchillo y Trent Haaga no tienen nada que ver con el director austríaco y, lo que es peor, hay cierta obvia crítica social que en Jackass está felizmente ausente.
Craig Daniels (Pat Healy) es un padre de familia que acaba de perder su trabajo el mismo día que recibe un ultimátum para pagar lo que debe de alquiler y no quedarse en la calle. Sin rumbo, hace una parada en un bar para tomar algo y juntar coraje antes de volver a su casa. Ahí se encuentra con Vince (Ethan Embry), un ex compañero del secundario al que hacía mucho no veía, un tipo algo más aventurero y bohemio que él. Entre tragos y confesiones, los dos se cruzan con una pareja peculiar: Colin, un millonario juguetón (David Koechner), y Violet (Sara Paxton) su bella novia, joven y caprichosa.
Pronto empezará un juego perverso: Colin les ofrece dinero para que cumplan diferentes prendas (de ahí el parecido con Jackass) y divertir así a su novia. Las prendas empiezan siendo apenas travesuras inocentes y, como se imaginarán, se van volviendo cada vez más violentas, sanguinarias y escatológicas.
Craig (Pat Healy) sufriendo como en toda la película Craig (Pat Healy) sufriendo como en toda la película
Cheap Thrills es una comedia negra más parecida a la excelente Very Bad Things que a Haneke, aunque mucho menos extrema y divertida. Y aunque hay un par de escenas que excitan el morbo y provocan una mezcla de gracia y disgusto, termina enfocándose en la alegoría moral de dos tipos que acaban enfrentados hasta la mutilación y la muerte por un poco de plata.
Cuando la historia se concentra en un lugar cerrado -la mansión del millonario, adonde van los cuatro personajes a continuar con el juego perverso- es cuando hay ecos lejanos de Funny Games, pero en realidad nada que ver: las dos “víctimas” no están ahí contra su voluntad y tampoco hay una meta narración ni una interpelación al espectador. Cheap Thrills, como finalmente su título indica, apenas contiene sobresaltos baratos.
De todas formas, cuando la historia no busca remarcar la crítica evidente y se pone más lúdica, la película alcanza sus mejores momentos. Al final, en su poco menos de hora y media, termina siendo un entretenimiento sin demasiadas pretensiones.
Llega fin de año y las distribuidoras (CDI Films en este caso) lanzan las películas que les quedan, un poco a la marchanta, generalmente pequeñas o viejas. Cheap Thrills es de 2013, ya está para bajar ilegalmente por internet y probablemente no merezca mucho más que una visión hogareña, fumando algo y tomando un vino. Pero se estrena en 40 salas de todo el país (10 de ellas en la ciudad de Buenos Aires). Una oración aparte merece la calificación: una inexplicable sólo apta para mayores de 18 años con reservas. Ni se asusten ni se ilusionen: no es para tanto.