Una pregunta que alguna vez escuchaste
Cheap Thrills (Apuestas perversas) aborda un tema muy presente en el contexto actual, sobre todo el norteamericano por la crisis económica, un argumento no demasiado original pero capaz de llegar a todos por igual.
¿Por qué? A quién no se le ocurrió la pregunta, ¿Por cuánto dinero harías [agregar algo que no quieras hacer]? Inclusive son muchas las películas y relatos que ya tomaron esa cuestión.
Bueno, la película gira alrededor de eso, focalizando sobre todo en los problemas económicos de Craig (Pat Healy) que se encuentra con esta “oportunidad”, luego de ser despedido de su empleo y además estar al borde de ser desalojado de su vivienda.
En plena depresión, Craig se encuentra con Vince (Ethan Embry) un viejo compañero de la secundaria y de la vida con el que se pone al día luego de 5 años, justo en ese día tan triste. Cuando va al baño, Craig se cruza con Colin (David Koechner) que luego de drogarse, sin querer, le muestra su despilfarro y abundancia de dinero al tirar un billete al inodoro, como un preámbulo de lo que vendrá. Al volver del baño, su amigo Vince está invitado a la misma mesa de Colin y su esposa Violet (Sara Paxton), festejando el cumpleaños de ella de una forma muy ostentosa.
Aquí el relato cambia de tonalidad y de ritmo, Colin y Violet le proponen a sus invitados pequeños desafíos por dinero, para ver hasta dónde llegan sus límites. Craig no se engancha como Vince, todavía está golpeado por las malas noticias y no ve una salvación en el ofrecimiento, sin embargo, a medida que crecen monetariamente los duelos, su compromiso progresa.
Apuestas perversas se trata de una propuesta con un mensaje contundente. El dinero deforma a las personas y sus valores, la ambición por ver una salvación económica incita al hombre a cualquier acción, y a medida que crece la suma, cuando se encuentra inmerso en el baile, no hay límites que paren al necesitado. El dialogo entre Craig y Vince a mediados de la película se muestra como revelador de la posición de los realizadores acerca de la figura favorita de los norteamericanos, “el perdedor”, el verdadero perdedor no es aquel que no formó nada en su vida, sino aquel que con todas las posibilidades por triunfar, no se animó a lograr algo mejor para su existencia.
La visión del “american way of life” está siendo muy golpeada en varias producciones del último tiempo, Breaking Bad es el principal paradigma de la época en ese sentido. Por eso, la propuesta de Cheap Thrills es interesante para ver, pero está en la misma sintonía, y por lo tanto parece repetido por los dilemas que se ponen en la mesa. A pesar de eso, es un trabajo interesante para disfrutar y horrorizarse un poco más, logra enganchar al espectador a pesar de ser un tema recurrente.
El clima logrado por el director E.L. Katz, en su opera prima, es correcto a las intenciones de escalar en el mensaje final. El sexo y el morbo no están exentos en su aparición, pero no de las formas habituales, su extrañez es acorde con la comedia negra y el drama que propone, como dijimos anteriormente, el clima deforma a los personajes y las decisiones en las cuales se involucran. La escena que cierra el drama es destacable, un golpe frío y seco, que deja helado, pero no sorprende. El monstruo final es un golpe contundente a las buenas intenciones de cualquier tipo de salvación a través de la vía fácil. El fin no justifica los medios, una vez más.
Por Germán Morales