En los actuales tiempos de crisis, Craig (Pat Healy) es despedido de su trabajo, circunstancia que se suma a la de estar al borde de su deliberada fisonomía de perdedor: esposo, padre de una hija a quien apenas puede mantene, y además enfrentando un posible desalojo si la plata no aparece pronto. La introducción del personaje se produce en su casa. Hay una atmósfera de resignación tan grande que hasta el sexo parece más un escapismo que un acto de amor en la pareja.
Una vez desempleado, Craig pasa por un bar para tomarse un trago que lo saque de la realidad. Allí se reencuentra con Vince (Ethan Embry, un ex compañero de primaria con quien no solía llevarse del todo bien, qien tampoco está en condiciones de tirar manteca al techo. Apenas algunas changas, entre las cuales está la de cobrar deudas de juego a las piñas. Todos estos elementos dramáticos se presentan como tales para dar lugar al inicio de ”Apuestas perversas”, una de las comedias negras más jugadas de un tiempo a esta parte. La conversación de ambos es escuchada por Colin (David Koechner) y su esposa Violet (Sara Paxton), un matrimonio adinerado, y tal vez peligrosamente aburrido.
Llegados a este punto vemos ambos extremos de la cuerda. Dos tipos que están muy necesitados de dinero, y una pareja a la cual le sobra. Primero, con un premio de 50 dólares al primero que se tome un shot de tequila, luego, otro por acertar con los dardos. Lentamente el nivel de desafíos que la pareja le va ofreciendo a Craig y a Vince sube de tono e inicia un camino a fondo en el cual los guionistas David Chirchirillo y Trent Haaga se proponen ver qué pasa cuando el ser humano es empujado al límite de sus necesidades. En este punto, el humor negro se vuelve ácido e incómodo, pero altamente efectivo. Lo que parece una parranda nocturna donde todo es gratis (para los amigos), se transforma en un oscuro ensayo sobre la estupidez.
Es cierto que al descubrir el camino y entender el código “Apuestas perversas” (bien puesto el título local) se vuelve predecible. Justo es que en este caso no importa demasiado porque el viaje para el espectador pasa por otro lado.
El cuarteto actoral está realmente bien. Un gran trabajo de casting de Danielle Aufiero y Amber Horn para conformar un grupo con una química notable, pese a estar cada uno en su lugar específico. Lo mismo sucede con una fotografía sórdida y una banda sonora escueta y efectiva
En el mismo tipo de registro de obras teatrales como “¿Una foto…?” o “Carne” de Eduardo Rovner, “Apuestas perversas” pretende ser (lo logra por momentos) una suerte de experimento sobre el comportamiento humano, la degradación del espíritu, y la exploración de los extremos del morbo.
Una apuesta que vale la pena pagar por ver.