Por un mísero puñado de dólares
Craig (Pat Healy) y Vince (Ethan Embry) se conocen de hace tiempo pero por cuestiones de la vida se han distanciado. Responden al prototipo de la clase trabajadora resentida norteamericana, capaz de vender a la propia madre si es que la oportunidad se presenta. Digamos que los códigos de la moral burguesa no cuajan en un país donde reina el capitalismo salvaje y en el que todo se compra porque todo está en venta, inclusive la dignidad del hombre.
Con ese preámbulo, ambos son presa fácil para cualquier financista perverso (David Koechner) que les ofrezca dinero a cambio de diferentes pruebas por el sólo hecho de demostrarles que se dejan humillar por unos míseros dólares y de cuya relación amo-esclavo se desprende la lógica más perversa que guarda una estrecha relación con la degradación de la condición humana. El axioma reza que todos tenemos un precio y eso lo sabe el que cuenta con los recursos para doblegar voluntades y satisfacer su aburrida vida de burgués.
Apuestas perversas es un film que rápidamente abandona a sus personajes víctimas y no cuestiona desde el punto de vista moral a los victimarios, bajo la premisa del entretenimiento inocuo que propone al espectador el lugar de voyeur privilegiado para poner en marcha las propias perversiones de los guionistas, y el morbo de su director E.L. Katz justificado por el género. No se debe uno equivocar con la palabra transgresión por el simple hecho de mostrar en una pantalla aberraciones porque a esta altura de las circunstancias el cine perdió la batalla con internet y todo aquello que redunda en la misma dirección de la truculencia, la porno tortura o estilos similares ya son una fórmula desgastada.
Para decirlo en otros términos: perversos con cámaras habrá siempre, espectadores para deleitarse con sus perversiones también, pero cineastas que logren superar la provocación con ideas superadoras e inteligentes escasean hace rato.
La premisa básica se complementa cuando la pareja de perdedores, léase Craig y Vince, cuyos perfiles psicológicos o complejidades responden a un manual de primer grado, caen en la tentación de sumarse a los deseos de una pareja que conoce al dedillo cómo cooptarlos, manipularlos y destruirlos desde su integridad y condición humana de manera sistemática y en un in crescendo que sube el listón de las humillaciones, que van de lo escatológico, a las mutilaciones y a la antropofagia. Nada más que un show dentro de otro de supuesta transgresión con la impostura de apostar valga el término a un discurso provocativo pero que resulta vacío en términos filosóficos.