Adorable Puente. Crítica de “Apurimac: El Dios que habla” de Miguel Mato
Cuatro comunidades con varios siglos de historia a 3.700m de altura en medio de la cordillera peruana unidas por un ritual ancestral, nos llevan con sus voces a conocer el rito de renovación del puente Q`eswachaca y nos regalan la posibilidad de otra mirada sobre el mundo. Por Bruno Calabrese.
Cuencos tibetanos, percusiones y ocarinas, el hermoso antiplano peruano, un paisaje lleno de llamas y guanacos. Un silencio interrumpido por el ruido del viento sobre el pastizal. En la paz del lugar se encuentras cuatro comunidades, la Qollana Quehue, Winchiri, Chaupibanda y Choccayhua. Año tras año renuevan un ritual que significa la unión de los pueblos que de otra manera estarían desconectados entre sí. La tradición consiste en destruir y volver a construir el puente Q`eswachaca.
Miguel Mato elige solo ser testigo con su cámara, dejando que las imágenes hablen por si solo. Desde las reuniones previas a la ceremonia hasta la finalización de la construcción, pasando por los trabajos realizados a mano que tienen como objetivo renovar el ritual, la cámara está quieta ahí y enfoca toda su atención en la descomunal tarea que significa llevar a cabo semejante evento.
Maravillosos rituales que se llevan a cabo desde la cultura incaica, como la búsqueda natural del material para fabricar el trenzado que sostendrá el puente, la unón de todas las comunidades para lograr construir un puente que logre unirlos y no separarlos. Pero para eso es necesario que ese vínculo se refuerze, y ellos eligen destruir la unión, para volver a construirla y hacerla más fuerte.
“Apurimac” es una experiencia notable, que permite inmiscuirnos en un ritual estimulante en todo sentido. Apoyado en la belleza del paisaje peruano y en los bellos sonidos musicales y ambientales, crea el climax perfecto para admirar un evento tan extraordinario como llamativo.
Puntaje: 70/100.