Ningún pescado.
Tom vive en la casa del faro sobre la costa. Una noche en la que está vigilando la costa ve un cuerpo sobre la orilla; se trata de una mujer inconsciente y malherida. La lleva a su casa y la cura. Al despertar la mujer confiesa al hombre que es la próxima reina de Atlantis, y que ha huido de un matrimonio arreglado que su familia quiso imponerle. Tom y la misteriosa atlante se enamoran y tienen un hijo llamado Arthur. Pero la felicidad dura muy poco, la mujer debe huir para proteger a la familia de las represalias de los atlantes. Al llegar a la adultez, Arthur se entera de que su medio hermano pretende declarar la guerra a la superficie, y el único modo de frenarlo es disputar el trono. Pero para ello deberá salir en la búsqueda de un objeto mágico y legendario.
Se trata de una nueva entrega de la empresa DC que viene intentando ponerse al día con las películas de superhéroes, luego de la explosión de las películas que ha realizado Marvel en los años anteriores (Hulk, Iron Man, Spiderman, Vengadores, X-Men, Deadpool, entre otros). Luego de la vergonzosa Batman vs. Superman parecía que todo estaba perdido, pero apareció La Mujer Maravilla, que sin ser un dechado de virtudes, salió razonablemente airosa, y hasta quisimos un poco más.
En esta oportunidad DC sigue probando con los superhéroes periféricos, en este caso se trata de Aquaman, carácter creado como personaje secundario para el comic More Fun Comics #73 de 1941.
La película expone una narración sólida en su estructura general, y muy efectiva en el aspecto visual y en el ritmo de las acciones, que hacen muy llevaderas las casi 2 y media de duración del film. Sin embargo, a mi juicio tiene tres grandes defectos, dos de ellos estructurales, y un tercero coyuntural y de superficie.
En cuanto a las cuestiones formales, creo que el aspecto más indefendible del film es el personaje de Manta, que resulta completamente prescindible, a tal punto que ni siquiera tiene un desenlace… simplemente desaparece de la escena. No sólo el personaje adolece de una relación inorgánica en relación a la trama, sino que la base de su origen, su motivación, está vinculada a una situación producida por Aquaman, que resulta inverosímil en el marco de la lógica del propio relato; se nos quiere mostrar a un Aquaman como una persona íntegra, buena, de coraje, honorable, etc. al mismo tiempo que debemos aceptar que esa misma persona va a dejar morir a un hombre, pudiendo ayudarlo. No se trata de una negligencia, de un acto de egoísmo cuya consecuencia inmediata se desconoce (como es el caso de la muerte del tío de Peter Parker). Aquaman no interviene a sabiendas de las consecuencias que le seguirán a su acción, y ello es demasiado contradictorio con el desarrollo del carácter y su cualificación.
El segundo defecto es la poca sustancia dramática que encontramos en los personajes no protagónicos; hay una decena de personajes, pero todo el film está articulado en un triángulo; los otros individuos terminan adquiriendo casi una función decorativa. Este segundo defecto probablemente se deriva del anterior, ya que la presencia de aquel personaje de Manta, que lleva tanto tiempo de exposición, y sobre el cual el espectador vuelca varias expectativas, conlleva un descuido innecesario en el desarrollo y profundización de los caracteres de otros personajes que podrían haber otorgado al film una complejidad mayor (como el medio hermano de Aquaman, el visir del futuro rey, etc.). Tratándose de una película que plantea como argumento una intriga bélica, hubiera sido deseable desarrollar mejor y con mayor riqueza de trazos los caracteres y las motivaciones y sus contradicciones, de un modo menos lineal y maniqueista. El rey Orm parece prácticamente un imbécil y un necio, cuando en realidad tendría narrativamente muy buenos elementos de juicio para exteriorizar una muy diferente caracterización.
Finalmente, el tercer defecto reside en los diálogos y sobre todo en la actitud y tono solemnes de las verbalizaciones, especialmente hacia el final del film. Si bien la elección del actor ha sido una gran ayuda para evitar todo lo que se pudiera ese problema, el desenlace final eleva la apuesta de solemnidades. Es cierto que entre dos empresas competidoras de la magnitud de estas corporaciones lo esencial reside en la capacidad de diferenciar cada una sus productos. Creo sin embargo que no son ya épocas en donde esa diferenciación pueda pasar por la solemnidad o el tomarse demasiado en serio al superhéroe; pienso que esa conquista no debe ser una prerrogativa exclusiva de Marvel (que la explota en mayor o menor media, pero siempre), pues es probable que sea la única vía de supervivencia de los superhéroes luego de su presencia en nuestra infancia más temprana. Si bien Jason Momoa ha dado lo que ha podido de su carisma para trabajar en esta dirección (una dirección que no puede evitarse comparar con el personaje de Logan-Wolverine que ha encarnado Hugh Jackman en la saga de X-Men), no ha sido suficiente para ahuyentar esa manía de tomarse demasiado en serio el mundo de estos personajes. La escena final parece una transposición del final de Superman I (Richard Donner, 1978), cuya solemnidad resultaba allí eficiente precisamente por lo cínica (no se debe olvidar que el escritor del libro de Superman fue Mario Puzo, el mismo escritor de los libros de El Padrino).
Finalmente debe mencionarse lo muy previsible del desenlace, sobre todo en relación a la figura de su madre.
A pesar de todo lo mencionado, la película sale bien parada y se disfruta con entusiasmo.