Aquaman

Crítica de Juan Ventura - Proyector Fantasma

Finalmente, los intentos de DC Comics por convertir a Aquaman en un verdadero homme fatale aspiracional parecen haber dado sus frutos en la gran pantalla con Jason Momoa. Lejos quedó aquella versión naif e inocentona del Aquaman que montaba hipocampos y hablaba alegremente con los peces en los Super Amigos. Este superhéroe cinematográfico es más adulto si se quiere, el típico badass rudo, carismático y solitario, pero que en el fondo es un bonachón entrañable al que no podés dejar de querer.

Jason Momoa cumple a la perfección con su papel, y aún estando hiper sexualizado y posando exageradamente en casi todas las escenas, logra darle vida a un personaje simpático, carismático y sin demasiadas fisuras. ¡Punto para los Dothrakis!

Pero este no es el único acierto de esta película dirigida por James Wan –La Noche del Demonio (2010), El Conjuro (2013), Rápido y Furioso 7 (2017)– y protagonizada por Amber Heard, Patrick Wilson, Willem Dafoe, Nicole Kidman y Dolph Lundgren. Durante sus 143 minutos el filme propone una adrenalínica aventura sin pausas en lo profundo del océano, con espectaculares escenas de acción, guerras submarinas, creativas coreografías de batalla con tridentes y un imponente despliegue visual que está a la altura de lo que en su momento James Cameron logró con Avatar.

La historia nos presenta a Arthur Curry (Jason Momoa), un joven nacido de un padre terrícola y una madre Atlanteana, quien abandonó a su esposo e hijo obligada para cumplir su rol como Reina de Atlantis 35 años atrás. En la actualidad (y después de los acontecimientos de Justice League, Arthur surfea los mares rescatando embarcaciones en medio de feroces tormentas y luchando contra piratas de alta mar, eludiendo su responsabilidad como legítimo heredero del trono de Atlantis. Todo va bien hasta que el Rey Orm (Patrick Wilson), medio hermano de Arthur, comienza a conspirar para unificar a los reinos marinos y así declararle la guerra a la humanidad, que durante siglos se encargó de contaminar las aguas de los océanos con sus inagotables desechos. Ante este panorama, Arthur es convencido por la princesa Mera (Amber heard) para enfrentarse a Orm y ocupar su legítimo lugar como Rey de Atlantis, unificando así los dos mundos (el terrícola y el acuático) para vivir en armonía.

Claramente, el fuerte de Aquaman no está en la historia, que es por demás elemental y está plagada de lugares comunes y diálogos anodinos. La cuestión medioambiental, que es uno de los trasfondos de la película, aparece más como una excusa (¡un mcguffin!) que como parte de las motivaciones reales de Aquaman para desafiar el poder de Orm. En ese sentido, hubiese sumado varios porotos desarrollar más la personalidad del héroe principal y del villano para darle un poco más de cohesión y sustancia a la trama (quizás también un poco de la cultura de los Atlanteanos, algo que es tocado muy de coté).

Así y todo, el filme alcanza un equilibrio más que satisfactorio a partir de la química entre los personajes (principalmente entre Momoa y Heard), pequeñas dosis de humor desacartonado y una genuina vocación de entretenimiento reflejada en constantes bombardeos visuales y variadas escenas de acción logradas con mucha naturalidad y fluidez. Wan además construye un universo fantástico repleto de bellas y coloridas composiciones en donde se destacan las ciudades de Atlantis y el Mar Oculto, inspiradas indirectamente por los relatos de Julio Verne en “Viaje al Centro de la Tierra” y “20.000 Leguas de Viaje Submarino”.

La película no está exenta de las ya clásicas bizarradas de DC. Si bien no ofrece tantas como sus predecesoras en este aspecto, aún así podemos encontrar pulpos tocando los tambores al mejor estilo “La Sirenita”, paneles digitales bajo el agua que entran medio volando, una versión remixada del tema “Africa” de Toto que corta el clima de la película y un par de perlitas más. La música también es bastante ensordecedora en varios pasajes y es un punto que en líneas generales resta a la ecuación total.

Sin embargo, Aquaman es honesta en sus intenciones y potente en su resultado. Básica, sí, pero a la vez muy entretenida. Por eso, si estás buscando una buena película pochoclera de entretenimiento, este humilde comentarista del arte ajeno te recomienda ir al cine con toda seguridad y prepararte para ver algo que no te va a ofrecer ni más ni menos de lo que promete. Suena como un trato justo, ¿no?