Lo peor de esta película es que se la va la mano con la duración. Después, es pura alegría, incluso a pesar de ciertas fallas.
Lo peor de esta película es que se la va la mano con la duración. Después, es pura alegría, incluso a pesar de ciertas fallas. Revierte una cierta (espantosa) tendencia del cine de superhéroes, el de querer ser “serios y realistas y metafóricos y decir cosas serias sobre el espanto de nuestro mundo” en lugar de lograr los mismos fines como el cómic: por medio de la diversión desaforada donde todo puede ser posible.
El realizador James Wan –desparejo, pero sin dudas una de las fuerzas creativas más interesantes del Hollywood de hoy, como lo demuestran las dos películas de “El Conjuro”– decidió desatar la aventura y la imaginación gráfica sin ningún tipo de vergüenza. El resultado es una película divertidísima, una de esas aventuras que podían conquistarnos en la infancia y que, de paso, la recuperan. El protagonista Jason Momoa tiene un enorme carisma y definitivamente no se toma las cosas demasiado en serio (pero tampoco se vuelve cínico respecto del mundo que se está narrando: simplemente se divierte con él y lo comunica), lo que no deja de ser una virtud general de todo el espectáculo.
“Aquaman” demuestra que el “amor por los personajes” no implica “respeto religioso por la iconografía”, confusión que suele paralizar a algunas de estas películas (notablemente todas las que tengan a Superman y varias con Batman en el elenco). “Aquaman” no es el súper más célebre, y eso permite jugar con ganas. Una golosina sabrosa ideal para Navidad.