Los que Vigilan desde el Tiempo – Una crítica a Aquaman
Aquaman (2018) resulta una de esas películas que, ante todo, generan anticipadamente un clima de desconcierto. Por un lado, tenemos a este héroe de DC que no pertenece al Olimpo de popularidad -perdón fanáticos de Aquaman- por lo que no existe una cristalización popular del personaje como arquetipo reconocible a priori. A esto, debemos destacar que el universo cinematográfico de DC nunca llegó demasiado lejos -salvo por la honrosa excepción de Wonder Woman (2017)- en la calidad de sus películas, hecho que motivaba un pronóstico no demasiado alentador. Sin embargo James Wan, director de esta película, ha sabido convertir este sinnúmero de debilidades en aspectos positivos y eso es uno de los logros más rotundos de Aquaman.
En primer lugar, que Arthur Curry no constituya un firme referente en el imaginario popular de los comics permite al carismático Jason Momoa recrearlo en un proceso de fuerte impronta personal. El actor se carga al hombro gran parte del trabajo, elaborando en pantalla grande un personaje fuerte, gracioso, pero también desvalido y no exento de debilidades y errores.
James Wan se arriesga a contar el archiconocido periplo del héroe a través de una fuerte apuesta estética. La película parece emular la linealidad de las viñetas de un cómic en sentido estricto. Por ello, los personajes hablan más por el ambiente del que participan y por la semiosis de los signos que los rodean que por los diálogos fijados por un guión- hay que decirlo- bastante mediocre. De esta manera, existe una atractiva construcción del espacio que reviste una atmósfera singular a cada momento del film.
En ese sentido se nos presenta una hipertecnificada Atlantis que recuerda a una futurista ciudad cyberpunk de neón sepultada bajo el agua. Colores saturados, naves sofisticadas y edificios descomunales son parte del encanto visual que nos ofrece esta inmersión oceánica, pero la película también da lugar al más allá. Detrás de toda esa porosidad benjaminiana, se pueden ver los agujeros que esta civilización padece en el devenir de su historia. En la profundidad del mar, la fuerza de la justicia no aparece –predeciblemente- de la mano de la tecnología sino del mito (1). Detrás del neón y de la Technik asoma la historia del Rey Muerto, Atlan y su tridente perdido.
Atlan reinaba cuando la Atlántida aun existía sobre la superficie y en su exilio posterior forjó seis reliquias mágicas que, junto a su tridente, serían conocidas como las “Reliquias del Rey Muerto”. Arthur Curry debe legitimar su condición de gobernante y de héroe al recuperar, como parte de su prueba, el famoso objeto perdido. En ese nivel, profundo e insondable, descansa el mítico Karathen (Julie Andrews), una criatura descomunal y feroz que vigila los restos del Rey Muerto y sus reliquias. De esta manera, la metáfora sobre el monstruo y el estado psíquico del héroe queda sobreexplicada.
James Wan maneja con maestría estos contrastes entre el viaje futurista y la expedición arqueológica de iluminación, pero también él mismo anticipa toda la historia que va a contar a través de un gesto más o menos explícito: la alusión a “El Horror de Dunwich” de Howard Philip Lovecraft (2). Por un lado, es un guiño autorreferencial y apunta hacia el amor infinito de Wan por el género que lo hizo conocido. Por otro lado, quienes conocen la historia de Lovecraft podrán establecer la relación entre los dos hermanos hijos de criaturas diferentes (una humana y un dios) . De esta unión nace un niño parecido a su madre (Wilbur) y otro monstruoso y malvado, parecido a su padre (el horror de Dunwich). La disputa entre ellos, la voracidad del mal que quiere acapararlo todo y expandirse, la pulsión de la sangre y el destino, todo aparece ya en este cuento de 1828.
En otro sentido, los puntos más flojos del film, además de las casi dos horas y media y la sobre-explotación del CGI, resultan de la mano de los villanos. Ni Orm (Patrick Wilson ) ni Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II) conmueven ni convencen. Sus papeles de antagonistas del héroe apenas se traslucen, por lo que sus lugares en la película quedan relegados a la inclusión de escenas de acción y de batalla. El rey Nereus (Dolph Lundgren) también aporta poco a la trama. En las antípodas, se encuentra la encantadora Mera (Amber Heard) que, como mujer de armas tomar, imprime grandes escenas de acción y genera intensos momentos en la trama con su coequiper, Aquaman.