Aquarius

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Refugio interior

Los caminos de la vida y los senderos de deseo, genealogías y nepotismo, planes de desarrollo inmobiliario y segmentación social. Las historias se construyen con uniones, quiebres y fugas, mediante una estructura tan perturbadora como transparente. La película comienza con un material de archivo que traza la historia urbana de Recife, seguido por un prólogo que transcurre en 1980. La esfera íntima del departamento es el cimiento de la historia. La puesta en escena destaca la geografía sentimental, familiar y social a través de un raccord, un zoom o un reencuadre. Las direcciones de las miradas y las variaciones sonoras conectan a los personajes entre sí y con los espacios. Como en Sonidos vecinos, su formidable debut, Kleber Mendonça Filho pone el foco en la extraña tensión entre las personas, los lugares y las potencias que los habitan.

La actuación memorable de Sonia Braga, con una mezcla de pasión y naturalidad sorprendente, eleva a la película a otro nivel. Sonia se pone en la piel de Clara, el personaje central que defiende en el presente aquel bello departamento con vista al mar del prólogo. Su vida cotidiana está amenazada por una suerte de rugido silencioso que nunca dice su nombre. Los insidiosos ataques de un capitalismo sin valores en la trama más íntima del paisaje. Clara no baja la guardia ante los lobos falsamente corteses, ni cede una pulgada de su territorio concreto y abstracto. Los ecos de la esclavitud siguen presentes en los espacios y en los cuerpos, desde un curso de agua que divide la playa hasta la presencia del joven y pulcro empresario que observa la tez “algo mulata” de Clara.

El presente muestra la descomposición de la carne y de los edificios. Las capas de memoria salen a la superficie. La película trabaja el tiempo de manera no lineal, desarrollando distintos niveles de profundidad por conexiones secretas: la sutil dimensión onírica de una realidad inquietante en la que el aire está habitado por el pasado. Pero Aquarius no es una película melancólica sobre la pérdida y el pesar. Clara combate en nombre de una fidelidad al pasado, pero también por una necesidad vital absolutamente contemporánea. Un cuerpo asombrosamente libre que reclama su derecho al disfrute con una salida a una disco con sus amigas o con los servicios de un joven amante por horas para conjurar la prepotencia de los ataques que recibe en su refugio.