Sobre mi cadáver
Aquarius (2016) es una película sobre la pregnancia de la memoria, la forma en que nos rodeamos de objetos para ayudar a preservarla, y la importancia de defenderlos del paso del tiempo. Pero por sobre todo es una metáfora sobre la situación política latinoamericana actual, donde muchos se enfrentan a aquellos que quieren derrumbar lo construido.
En el centro de este teorema se haya Clara (Sonia Braga), una escritora que a sus 60s ha quedado viuda y madre de tres hijos adultos. Vive sola en su apartamento del edificio Aquarius en Recife, donde ha pasado toda su vida. Es la última inquilina del predio: una constructora ya ha comprado a todos los demás dueños, pero ella resiste toda oferta. Aquarius es su casa y ha pasado su vida juntando recuerdos en ella.
El film comienza con una fiesta en el mismo apartamento en 1980, celebrando el cumpleaños de una de esas tías legendarias (Thaia Perez) que han visto y hecho de todo en todos lados. Mientras sus sobrinos repasan la crónica de sus logros como si estuvieran hablando de la historia de Brasil, la tía mira de reojo una mesita de luz, recuerda todo el sexo que tuvo sobre ella y agrega al currículum “la revolución sexual”.
Ya en tiempo presente, Clara se ha convertido en la matriarca de la familia y guardiana de su historia, almacenándola en forma de libros, fotos, vinilos y muebles. Los objetos para ella son como “mensajes embotellados” y su casa es un museo. La vil constructora (siempre un villano efectivo) comienza una guerra pasivo-agresiva para incomodarla, convirtiendo el edificio en un basural y atrayendo desagradables bacanales a los apartamentos vacíos. Durante un largo rato Clara encuentra nuevas formas de resistir, pero eventualmente le toca contraatacar.
Dirigida por el realizador brasileño Kleber Mendonça Filho, el film presenta una de aquellas benditas oportunidades en las que una mujer mayor puede protagonizar una historia no como esposa, madre o abuela sino como su propio personaje. Sonia Braga es una de las grandes actrices de Brasil y es menester que interpreta a Clara no como una rara heroína sino como una mujer común y corriente. Tiene un gran monólogo en el que reprocha a su hija que la antigüedad para los jóvenes es vintage o vieja según les gusta o no, pero la película no trata a Clara de loca fetichista, simplemente como una persona a quien le toca defender un modo de vida donde el dinero no es lo más valioso.
Sistema de creencias sin duda facilitado gracias a tener mucho dinero (la lucha de Clara pierde tensión cuando nos enteramos que tiene otros cuatro apartamentos por si el de Recife cae), pero en ningún momento dudamos que sus principios preceden su patrimonio y los sobrevivirán siempre.