De una película anterior de Mendonça Filho, Sonidos vecinos/O som ao redor, decíamos que parecía una telenovela que todo el tiempo se desvía y enrarece; no es muy distinta Aquarius, con la diferencia que acá hay un personaje central con una actitud de resistencia y rasgos que lo hacen claramente seductor para los espectadores: se trata de una mujer madura pero todavía bella, madre comprensiva de sus hijos jóvenes, suerte de burguesa con actitud hippie, que arrastra sufrimientos (enfermedad, viudez, soledad) y sabe disfrutar de la playa y de la música. Su lucha por permanecer en el departamento que habitó desde su juventud pese a la creciente presión de una empresa que ansía apoderarse del edificio la convierte en una heroína con agallas, agregándose elementos que, en el mejor de los casos, sirven para conocerla mejor, y en el peor, distraen. La intensidad del film pasa indudablemente por la presencia de Sonia Braga, que se muestra tan tierna como salvaje, maternal y temeraria. La película está a su servicio, y para demostrar que el director se deja llevar por su magnetismo basta el momento en que la muestra saliendo del mar como una diosa, mirando desafiante al espectador. Ovacionada tras la primera función de prensa, Aquarius es un melodrama con algunos diálogos certeros y momentos fuertes, pero desparejo. Imposible no sentir empatía por la protagonista y sus ocasionales ayudantes (incluyendo un par de obreros que la alertan sobre una irregularidad de la empresa, algo ebrios y sin involucrarse después), aunque el suyo es un acto de rebeldía solitario e impulsado por intereses personales, sazonado con condimentos varios.