Querida, tengo que decirte algo
La película del rumano Radu Muntean reconfirma a la cinematografía de su país como una de las más valiosas en cuanto a estéticas emergentes. A diferencia de films como Policía, adjetivo (Police, adjective, 2009) o 4 meses, 3 semanas y 2 días (4 luni, 3 saptamini, si 2 zile, 2007), aquí el realizador indaga en la clase media bien establecida, haciendo foco en un matrimonio joven.
Aquel martes, después de Navidad (Marti, dupa craciun, 2010) tiene varios puntos en común con los films rumanos que conocimos recientemente. Planos secuencias, tiempos muertos cargados de sentido, actuaciones naturalistas. Pero aquí hay un especial detenimiento en una pareja sin apuros económicos ni conflictos vinculados a lo estrictamente político. Por el contrario, la precisa puesta en escena se cierra en su mundo, a tal punto que -a medida que avanza el relato- el espectador se sumerge en un universo claustrofóbico, en el que late la pronta confesión de una infidelidad.
Radu Muntean elude cualquier golpe bajo. No obstante, ese rasgo no lo exime de hacer de la puesta en escena un espacio de sigilosa confrontación, en donde cada detalle está imbricado al contexto, pasado y presente de los personajes. En una de las secuencias, Paul (Mimi Branescu) lleva junto a Adriana, su esposa (Mirela Oprisor), a la hija de ambos a la dentista. Que no es otra que Raluca (Maria Popistasu), su joven amante. El consultorio, de un blanco aséptico y frío, resulta a la vez la síntesis de ese desgano y abulia que circunda al matrimonio, cuya pasión parece haberse extinguido desde hace mucho tiempo. El juego de miradas de que establece es revelador de los sentimientos encontrados que los invaden.
Al igual que en el citado caso, cada secuencia posee su tempo dramático, solventada principalmente en tres actores excelentes. Más que desarrollar núcleos narrativos, el guión se concentra en el devenir penoso de los personajes, a través de diversos pasajes que apuntan el automatismo en la vida burguesa a los que todos ellos parecen haberse acostumbrado. Como una sombra cada vez más grande se acerca esa Navidad del título, posiblemente el último bastión de la vida familiar al que deben defender, aunque sea para que la pequeña tenga un feliz recuerdo de ella.
Resulta también elogiosa la forma en la que Radu Muntean ha seleccionado los espacios de intimidad, a tal punto que aún en aquellos lugares en donde se enfrentan a los otros da la sensación de que están solos. Una cualidad apreciable desde el comienzo, cuando desde el apacible encuentro de los amantes la película nos traslada al momento de las compras para la Fiesta. Esa tensión emergente, de algo que debe celebrarse al mismo tiempo que se desmorona, está inscripta en los roles que les ha tocado asumir, como si además del peso de la propia situación tuvieran que cargar con la teatralización de lo “socialmente aceptable”. Una sensación de hastío que desborda a la pareja y a la amante para transitar zonas más universales.
En suma, luego de su paso por el último Festival de Cine de Mar del Plata (en donde con justicia sus actrices fueron premiadas) merece celebrarse que Aquel martes, después de Navidad llegue a nuestra cartelera porteña.