Dos veces en la vida
Este es uno de esos filmes que tientan, (por lo menos a quien esta escribiendo estas líneas) a decir casi imperativamente ¡No te pierdas esta película! ¡Es muy buena! Y nada más, sin demasiadas explicaciones, trazar una crítica lo más sintéticamente posible. Eso sí, nunca, y menos en la Argentina, diría “síganme no los voy a defraudar”. Primero porque yo no soy el responsable de la producción, segundo pues en gusto no hay nada escrito, y tercero gracias al antecedente de haber utilizado esos términos y así nos fue.¿No?
La historia es casi mínima, vista infinidad de veces, leída, escuchada, estoy hablando del famoso triangulo amoroso, el tema de la infidelidad en la pareja. Es verdad que ya está todo contado, entonces lo importante es la forma en que se nos cuenta, y es a partir de esa forma el contenido pasa a descubrir, a develar, un discurso. Ni siquiera es importante el desenlace, hay una idea prefijada, justificativa de estas situaciones.
Hay muchos ejemplos en la historia del cine que dan cuenta de estas historias de amor, más cercanas al drama amoroso Por nombrar algunas, la del titulo de la nota, o “Una vez en la Vida” (1992) de Louis Malle, cuyo titulo original era “Daño”, o más cercano en el tiempo y el espacio la realización argentina dirigida por Juan Taratuto “No sos vos, soy yo” (2004)
Si alguien busca algo fuera de la pareja, es síntoma que algo pasa dentro. Pero esto es una falacia. A veces sólo se cruza alguien que obliga a desviar la mirada. No hay ni buenos ni malos, no es tragedia, es doloroso, sobre todo para el tercero excluido, pero así es la vida. Por lo menos es lo que parece plantear el director, sin juzgar a sus criaturas, ya desde el principio, y cuando hablo de inicio incorporo directamente al titulo del filme.
La razón de la nominación aparece al final de la narración y cierra una estructura del orden de lo maravilloso, en los últimos diálogos del filme, dentro de las postreras imágenes justifica el titulo, todo lo demás va dentro de ese orden.
Paul y Raluca están desnudos, juegan después de hacer el amor, el exterior no existe, su mundo se centra, se desarrolla y termina en ellos, en ese momento la conversación transcurre entre datos informativos, casi pueriles. Ella informa que se ira a pasar la navidad a casa de su madre (en otra ciudad), él se enoja, ella le pide que deje de fumar, con un sentimiento de cuidado amoroso.
Toda la secuencia trabajada en una toma, con muy pocos movimientos de cámara, no hay montaje, no debe haberlo, el tiempo dentro del plano, los objetos que conforman la escena construyen lo que luego, a lo largo de texto, cobrarán significación. Como decía Noel Burch “…Cada cambio de plano se define por dos parámetros, uno temporal y otro espacial… puede ser un objeto puro, convirtiéndose la función sintáctica por simbiosis con la función plástica, en función poética…”
El corte al final de la escena, el cambio de escenario, da cuenta de la situación. Clara, concisa, sin demasiadas vueltas, vemos a Paul comprando los regalos para navidad acompañado de Adriana, su mujer.
Casi todo el relato transcurre en ambientes cerrados, hay muy pocos exteriores. Podría pensarse de mil maneras esta decisión estética, desde el encierro al que se encuentran sus personajes, hasta como forma de protección de los mismos. Entre un punto y el otro cualquier interpretación es valida, siempre.
La casa familiar, los shoppings, la casa paterna, un consultorio odontológico, donde se desarrolla una de las escenas clave de la película, hasta el interior del vehiculo. Como espacio esta trabajado no sólo como un objeto más de la ficción, no desde lo cotidiano, sino desde las distintas significaciones.
Todo esta, por así decirlo, mostrado como sin no tuviese la más mínima intención de hacerlo, lo que le da a la imagen una sensación de realismo extraordinario, algo así como si el realizador haya encontrado un lugar de síntesis entre el cine de Tarkovski y las teorías de Andre Bazin al respecto.
Para poder construir un texto de estas características es imprescindible contar a priori con un guión muy bien escrito, con tres actores que sostengan, hagan creíbles sus interpretaciones, pero asimismo contar con un excelente equipo técnico/artístico, hablo de arte, fotografía, sonido, etc.
En relación a la historia desde el punto de vista de lo moral, yo concuerdo con Boogie, el aceitoso (genial creación del negro Fontanarrosa) cuando decía que si el casamiento es hasta que la muerte los separe, parece una incitación al asesinato.
(*) Producción de 1985 dirigida por Colin Walland.