Lo mejor del cine rumano es la manera en que logra crear dramas humanos con naturalidad y sequedad, apelando a emociones genuinas que al contrario que el teatro, la literatura o el cine más occidental, van apareciendo gradualmente y no de forma grotescamente espontánea.
Aun, cuando a veces hacen hincapié en situaciones que se entienden mejor conociendo el pasado y presente del contexto socio político de Rumania, uno se identifica completamente con sus personajes, protagonistas que respiran, transmiten tranquilidad aunque no la tienen, y reflexionan sobre la marcha de los acontecimientos, aun cuando sean concientes que están cometiendo un error en las decisiones de vida.
En Aquel Martes, Después de Navidad vemos a una típica familia de clase media acomodada de Bucarest. Paul parece tener su vida controlada: esposa e hija devotas y una amante que no le pide que las abandone.
Sin embargo, los sentimientos son algo imprevisibles. Y cuando no se tiene en cuenta lo imprevisible suceden los conflictos.
Muntean utiliza con inteligencia los planos fijos y planos secuencia que abundan en la película. No es inusual ver en el cine rumano el abuso de escenas armadas en esta forma, pero sí es cierto, que el tiempo se pasa volando dentro del mismo plano. No hay necesidad de cortes, por que las actuaciones contienen un naturalismo y una empatía que inusualmente se ve en el cine comercial de estas latitudes, así como los diálogos son tan dinámicos que uno no se da cuenta, que los personajes han estado en la misma posición durante más de diez minutos.
Un conflicto tan universal como la infidelidad y la separación de una familia, es resuelto de forma adulta (aun cuando el comportamiento del protagonista sea un poco infantil) que cuesta creer hoy en día, que se puedan resolver problemas de esta forma en el mundo real, ya que últimamente nuestros comportamientos son más sobreactuados de lo que deberían ser porque imitamos más a las películas (palabras de Román Gubern).
Entre la cotidianeidad y el profesionalismo técnico e interpretativo, Aquel Martes, Después de Navidad es una propuesta inteligente y reflexiva, que más allá de que el conflicto no sea agradable y se generen situaciones tensionantes tan originales como sutilmente maravillosas y creíbles en su concepción, termina dejando un sabor dulce en la boca del espectador. Sabor a esperanza de que los conflictos se pueden resolver pacíficamente y también sabor confortable en el cinéfilo, que puede atestiguar, que desde Europa siguen viniendo productos que siguen sorprendiendo por su minimalismo visual e inteligencia cinematográfica/artística. Una película ideal para ver estas navidades.