La especie imperfecta
Una metáfora imprecisa, casi horrible: el cine es un espejo. Lo que vemos en una pantalla, se cree, nos refleja. El espectador mira y se identifica, se reconoce. Es el famoso rollo de la identidad. En principio, Aquel martes después de Navidad , la estupenda cuarta película del rumano Radu Muntean, con menos de 35 planos perfectos, resulta universal e identificable; es la historia “clínica” de una separación y un retrato lúcido del adulterio, pero más que un espejo la película parece una radiografía de la anatomía amorosa y las imperfecciones humanas.
El inicio es formidable: un hombre y una mujer desnudos charlan, se besan y ríen. No importa tanto lo que dicen sino lo que transmiten sin palabras. La felicidad existe, y no es difícil adivinar por qué. Los placeres de la carne no son incompatibles con los del espíritu. Raluca y Paul se aman, pero él está casado y tiene una hija. Cinco meses de romance colisionan con más de una década de matrimonio. Es que el deseo no es una institución, y aunque el matrimonio sí lo es depende, en última instancia, del deseo de los cónyuges. ¿Qué hacer?
La precisión de la puesta en escena seguirá minuciosamente la conducta de los involucrados. Los planos secuencia virtuosos, la total ausencia de música y unas interpretaciones extraordinarias funcionarán como una succión hacia ese universo en descomposición. Más que voyeurs seremos cómplices de un drama doméstico que, en sus propios términos y para sus protagonistas, no será otra cosa que un apocalipsis privado. “Has arruinado mi vida”, dice Adriana, mientras su marido le revela su amorío, en la mejor secuencia del filme: diez minutos ininterrumpidos que condensan los matices más sombríos de la experiencia amorosa: traición, decepción, indignación. Es extraordinario ver el instante mismo en el que se produce lo que los psicoanalistas denominan “herida narcisista”.
El día al que hace referencia el título de la película permanecerá en fuera de campo. No se sabrá qué dirán los suegros ante la noticia y cómo vivirá la primogénita de Adriana y Paul un cambio que alterará su vida. Tampoco se verán las reacciones de Raluca. Muntean prioriza la tensión emocional mientras dilata la disolución del caso apoyándose en el suspenso. Una visita al odontólogo invoca lo perverso y el escándalo; hasta un regalito en un árbol de Navidad puede transfigurarse en una especie de bomba.