CARGAR AL MENSAJE
Tercera película dirigida por Taylor Sheridan, pero la segunda en la que también cubre su cargo como guionista. Con lo cual, casi automáticamente, Aquellos que desean mi muerte se catapulta como una potencial adquisición dentro del así considerado neo western americano de la década pasada, encabezado por obras como las del realizador en cuestión y S. Craig Zahler.
Decíamos “así considerado” porque mayormente se habla de esta variante como si nunca hubieran existido películas como Arma mortal o la Asalto al precinto 13 de John Carpenter. De hecho, en este relato, como lo hizo Carpenter en el de 1976, Sheridan recurre al estilo y a la poética de Howard Hawks y no se demora en presentarnos a todos los personajes mucho antes de establecer los vínculos que hay entre ellos. A punto tal que mata a toda sorpresa posible en beneficio del suspenso: nos permite saber qué rol juega cada ser y lo que nos falta es saber cuándo y cómo van a converger los caminos entre cada uno de ellos.
Contamos, así, con un hilo conductor a partir de la protagonista principal. Hannah Faber (Angelina Jolie) es una bombero paracaidista (o smokejumper) instalada como centinela en una torre de vigilancia, localizada en el medio de un bosque anónimo de Nuevo México. Solía salvar vidas arrojándose desde el cielo, hasta que por un error de cálculo tres jóvenes murieron durante un operativo liderado por ella. Atravesada por esta tragedia, Faber se priva de emplear sus recursos con finalidades ligadas a su formación, limitándose a realizar unos lúdicos saltos horizontales en paracaídas desde una camioneta en marcha, girando en el aire sobre su propio eje.
Si se quiere sintetizar el argumento de la historia y compararlo al de un film de los últimos años, es como el de 1917. Un personaje traslada un mensaje desde un punto A hacia un punto B. En el medio -entre agua, fuego, madera y tiroteos- el mensaje transita por todo el recorrido y llega a su destino. Hay diferencias técnicas muy evidentes con el film de Sam Mendes (como la ausencia de un abundante plano secuencia) y otras de un orden más bien tácito (el hecho de que todos los protagonistas contemplan un descenso al infierno a lo largo del relato, ya sean forasteros o locales).
Sheridan tampoco se abstiene de despojar a su figura heroica del uso efectivo de armas de fuego, como lo hiciera Brian De Palma en la ocasión que dirigió una Misión: Imposible. Ni de acercarla hacia el llamado al heroísmo con cierta reluctancia, causándole heridas simétricas a las que John McTiernan aplicó en el John McClane de aquella primera entrega en la que, al igual que Faber, nos lo presentan viniendo desde el cielo.
Otra diferencia con la bélica de Mendes es que nos niegan la transmisión del mensaje una vez que se llega al punto B. En 1917, el personaje reposa sobre el tronco de un árbol porque ya transmitió el mensaje que le habían ordenado transmitir. Taylor Sheridan, en colaboración con Michael Koryta (autor de la novela referente), corta a los créditos finales antes de que los personajes sobrevivientes divulguen el mensaje con los noticieros destinatarios. Tranquila y libremente podemos tomar a este gesto como una burla a la supuestamente obligatoria necesidad moral de reflejar un mensaje en una película. Sin embargo, esto dista de ser un chiste vacío, ya que lo que más le vemos hacer a Faber –en diversos actos de supervivencia- es algo inherente al nombre de su oficio: ya sea en su sentido literal o criollo de nuestra región, ella cuenta con la destreza de saltearse el humo (recordemos, smoke–jumper).
Nos reservamos el análisis de los rasgos del resto de los personajes. Ya había pasado con Viento salvaje y la aún vigente Yellowstone, en las que tenemos a un elenco con estrellas en papeles esperables, pero con leves curvas que les brindan un nuevo sabor sin alejarlos de lo conocido. Tal vez esta sea una definición más cercana a un casting perfecto, que la de hablar de rostros multifacéticos.
Estamos ante todo lo que se puede esperar de una película de Taylor Sheridan, quien acaba de superar la prueba de fuego de compartir su crédito como guionista con otros dos colegas. Algo en lo que no terminó de triunfar en su anterior estreno de este año, pero sí en este y con la compañía de la mayoría del equipo técnico que lo siguió en la realización de su ópera prima simbólica.