Cómo naturalizar lo tóxico de una forma romántica
El melodrama basado en una novela "fan fiction" esconde, de inicio a fin, conceptos erróneos sobre las relaciones de amor y la vida en general.
Tessa Young (Josephine Langford) es una chica, sobreprotegida por su madre (Selma Blair), que al entrar a la universidad se enamora del chico malo (Hero Fiennes Tiffin) que no le conviene. Obviamente de allí nacen los problemas para este romance impensado pero inevitable.
Hasta ahí una historia simple, ya conocida en mil filmes adolescentes. Pero su falta de originalidad no es lo que más se destaca -negativamente- en “After”. El principal problema es que desde inicio a fin, todo lo que vemos en pantalla, si bien es muy lindo y amable, esconde conceptos erróneos sobre las relaciones y la vida en general.
De alguna manera, el cuentito dramático y feliz se las arregla para poner de cabeza todo: lo que podría ser bueno se plantea como malo, y lo que es nocivo, incluso sumamente tóxico, se representa como normal en la construcción del amor. Situaciones de violencia, de control, y de manipulación son pasadas a la ligera. No existe una reflexión al respecto en todo el metraje, lo que da una sensación de cotidianeidad, como si todo debiera ser parte de la vida.
Basada en una novela "fan fiction".
Tanto en lo narrativo como en el resultado, podría ser tranquilamente comparada a “50 sombras de Grey”, pero quizás aquí sea más peligroso, porque el público al que va dirigido es adolescente. Pero no todo es culpa de la directora Jenny Gage, porque ella sólo adapta, sin cambiar demasiado la historia original que es una famosa saga, best seller juvenil, de mismo nombre.
Allí hay otro punto en común con la saga de Grey, y por ello una apuesta grande: traducir el éxito ya conseguido en librerías, en cifras de taquilla. La novela comenzó como una fan fiction del grupo One Direction, aunque el grupo solo haya sido una inspiración general para alguna “directioner”, sin que nada de lo que se cuenta esté relacionado directamente a sus integrantes o canciones.
Otra semejanza entre “After” Y “50 sombras...” es que en ambas, las protagonistas aman la literatura pero su sueño no es escribir un libro, sino trabajar en una editorial. Es decir, el costado más comercial del arte. Adrede o no, esa premisa resume demasiado. No importa qué vendas, sino que lo vendas, y masivamente. Así se publicaron los libros, así llegan a la pantalla grande.