El interesante director chileno Andrés Wood (Machuca, Violeta se fue a los Cielos) vuelve a ocuparse del pasado de su país, esta vez con Araña, título que alude al símbolo gráfico del movimiento de derecha de los 70 Patria y Libertad cuyo principal objetivo consistió en derrocar al gobierno popular de Salvador Allende.
No resulta habitual adentrarse en la psicología de grupos neonazis en los 70 en América Latina. Generalmente el cine latinoamericano que intenta revisitar histórico-políticamente nuestro pasado nacional siempre estuvo vinculado a recrear la historia de grupos revolucionarios de izquierda.
Es ese, precisamente, el logro de Wood al desnudar el sentir y el pensar de una clase chilena que contribuyó activamente al golpe cívico militar de su país y que hoy detenta el poder.
Para ello, se ha rodeado de un grupo de talentosos actores, entre los que descolla Mercedes Morán perfecta en su acento chileno, componiendo a una ejecutiva que intenta suavizar la complicada situación procesal de un ex compañero suyo de armas de aquella época.
La incomodidad que provoca Wood en el espectador, sumiéndolo en un estado de complicidad en el que claramente no desearía estar, tornándolo testigo pasivo del horror, se constituye en el mayor acierto de su propuesta.
El retrato de su obra contrasta fuertemente con la realidad chilena de hoy en día que aún sigue buscando su camino, 47 años después, sin procesos ni condenas para los responsables de la desaparición de más de 40000 personas.
Dichos responsables en el presente, irónicamente y tal como el film denuncia, siguen apareciendo en las portadas de las revistas más emblemáticas de la sociedad chilena.