Registro documental dirigido por la periodista española Chelo Alvarez-Stehle, coproducido por EE.UU. y España, basado en una investigación sobre el submundo de la explotación sexual, la trata, agresión y cultura de las violaciones a mujeres y niñes, logrando enlazar a su vez relatos en primera persona acerca de sus propios secretos familiares.
El film da comienzo con una escena abocada más a la presentación de personaje que a la temática en sí. Es que este inicio nos plantea que la directora no sólo llevará adelante la investigación, sino que será parte activa de la misma. Esto lo entendemos con un simple encuadre de playa, seguido por el fotomontaje de archivos personales direccionados por su propia voz en off. Es así como ingresamos a un recuerdo de su más tierna infancia, en el cual ella y su hermana menor perdieron su inocencia mientras jugaban en la orilla del mar cuando un señor se les acerca y logra llevarse a su hermanita a unas carpas cercanas, dejando, después de ello, un gran silencio en la familia por décadas.
Años más tarde y ambas adultas, la familia sigue sin hablar del tema. Motivada la directora por este vacío y cargando con la culpa de no haber podido cuidar a su hermana, comienza una búsqueda de relato introspectivo concluyendo que, quizás, su trabajo basado en la visibilización de la explotación sexual se deba a este suceso familiar en particular.
Es ahí donde aparecen los relatos de otras mujeres dispersas en varios países y que ella ha conocido mediante entrevistas e investigaciones pasadas. Estas historias directas, crudas y dolorosas, son contadas por las supervivientes de explotación sexual. Cada palabra de ellas es un silencio que se dobla, una grieta que se asoma y un llamado sororo que grita ahogado pero valiente. Los testimonios van desde una violación colectiva a una niña en un país asiático como rito de iniciación a la prostitución forzada, hasta la historia del secuestro de una mujer junto a su beba en México, quien fue obligada a participar junto a ella de una película porno, acercándonos así, en imagen y voz, a los rostros de una esclavitud humana que aún sigue subsistiendo.
Es una película muy necesaria y valiosa, no sólo como documento de denuncia sino porque, desde allí, la directora realiza un viaje paralelo de introspección en el que logra fracturar el silencio de toda su familia hasta poder desenmascarar los propios abusos sufridos; donde una cámara desprolija pasa a ser testigo único de transformaciones en el seguimiento de sus protagonistas, dejando de lado cualquier tecnicismo debido a que la temática se «come» la puesta, evidenciando la ruptura de un silencio estructural basado en un miedo absoluto hasta llegar a un qué dirán.
Es acá donde el film logra su clima más sincero e inspirador, cuando las distintas víctimas de abuso, hoy supervivientes, dialogan entre ellas haciéndonos sentir las diferentes capas de estadio que atravesaron y atraviesan e infundiéndonos a romper el silencio por sobre todas las cosas.
Arenas de Silencio. Olas de valor es una película sobre el abuso y tráfico humano que logra unir las diferentes ramas de violencia sexual encontrando un factor común dominante: el silencio.