Mejor hablar de ciertas cosas
La visibilización de un sin número de casos de abuso y relacionadas con la cuestión del género es el ovillo que fue desnudando las tramas y subtramas ocultas de una inmensa madeja de situaciones nefastas, donde las víctimas por lo general fueron siempre mujeres. Ese cambio de paradigma cultural a lo largo de los años trajo consigo un cambio de percepción de la otredad y aunque todavía se cometan abusos, aberraciones, tráfico de personas o turismo sexual, entre otros, por lo pronto ya se conoce y genera estupefacción en una mayoría e indiferencia o enojo en la minoría habitual, y reaccionaria.
Por eso Arenas de silencio… además de ser un gran documental de la periodista Chelo Álvarez Sthele -sus trabajos de investigación sobre la trata datan de muchos años atrás- es ante todo un testimonio de enorme valentía y autorreferencia que escapa rápidamente del atajo de la catarsis en primera persona (como a veces ocurre en ese tipo de documentales) para desplegar un abanico de preguntas sobre cómo interactúan los entornos vinculados con algún caso de abuso una vez destapada la primera pieza de un tapón invisible que cubre y encubre verdades, emociones y traumas que se arrastran a lo largo del tiempo,-o sin pelos en la lengua- que perduran toda la vida.
Las heridas cicatrizan pero la marca es imborrable como la estela que deja una ola cuando arrasa la arena o el instante en que estalla el grito ante tanto vacío. Por eso es la palabra y la charla antojadiza la que maneja la directora en su derrotero que parte de una anécdota familiar con la victimización de una de sus hermanas, para así arribar a la propia historia y necesidad de contarla tal vez movilizada por la misma razón que miles de casos de abuso que salen a la luz en algún momento determinado por la valentía de alguien que se atreve a narrar su dolor; a mostrarse tan frágil como vulnerable a la vez frente a cualquiera que desde su mirada percibe otra cosa.
Esa es la mayor riqueza de este film y por ese pequeño detalle resulta indispensable como punto de partida de un enorme caudal de audiencia sin distinciones de edades, sexo o raza. Para que las olas generen mareas y las mareas rompan conciencias desde cualquier lugar o geografía.