Justicia perseguirás, contra viento y marea
No es extraño que hayan pasado casi cuatro décadas entre un acontecimiento excepcional como el Juicio a las Juntas militares de la década del 80 y una película como “Argentina, 1985”, que indaga justamente en ese hecho parteaguas. Abordar desde el cine lo que podríamos llamar la Historia con mayúsculas es siempre complejo y riesgoso. Y por eso el primer gran mérito del filme que se acaba de estrenar en los cines _en medio de una gran expectativa_ es tomar un tema que sin dudas se venía evitando, sea por no meterse en terrenos políticos pantanosos desde un presente siempre crispado, o sea por no encarar una producción que requería una inversión importante.
Con el apoyo crucial de un gigante del streaming (Amazon Prime) y de varios productores de peso (entre ellos el conocido Axel Kuschevatzky y la ejecutiva de Marvel Victoria Alonso), el director Santiago Mitre (“El estudiante”, “La patota”, “La cordillera”) se hizo cargo del desafío. Y entre todos los abordajes, narradores o puntos de vista que ofrecía este hecho, Mitre y su coguionista habitual Mariano Llinás eligieron uno muy preciso y atinado: los fiscales Julio César Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), los hombres que contra viento y marea llevaron adelante el juicio a las juntas militares por las violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura militar.
Strassera es presentado como un hombre casado con dos hijos, un funcionario judicial gris, cansado y descreído, que en plena primavera democrática sospecha (no sin razón) del accionar “de los servicios”. El Juicio a las Juntas estaba ahí, a la vuelta de la esquina, pero los tribunales militares que debían llevarlo a cabo no se expedían sobre el asunto, y así el juicio quedó en manos civiles, más precisamente en la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de Buenos Aires, cuyo fiscal era Strassera. Claro que Strassera no quería saber nada con esta “papa caliente” que ni siquiera el gobierno de Alfonsín estaba muy convencido de apoyar, pero como una suerte de antihéroe queda atrapado en el remolino de la historia y elige ponerse del lado correcto. El fiscal adjunto que lo va acompañar en la acusación es Moreno Ocampo, un abogado joven que proviene de una familia patricia ligada a las Fuerzas Armadas. Moreno Ocampo quiere convencer a la opinión pública de las atrocidades de la dictadura, pero primero tendrá que lidiar con su propia madre y su clase social, fuertemente vinculada al poder económico y militar.
“Argentina, 1985” no disimula su ambición: es una película clara, accesible, pensada para conectar con un público amplio y de alcance internacional. Su clasicismo remite directo a la tradición hollywoodense. De hecho Mitre habló de influencias y citó títulos como “Todos los hombres del presidente” (de Alan J. Pakula), “Munich” (de Steven Spielberg) y hasta el cine de John Ford. Desde ahí el director combina varios subgéneros (drama judicial, thriller psicológico, drama familiar) en una estructura narrativa que no tiene fisuras.
El guión de la película fluye (es el mejor momento de la dupla Mitre/Llinás), sin caer nunca en la tentación del didactismo o el bronce y la solemnidad. Incluso se cuela el humor (sobre todo desde el personaje de Strassera, un gruñón un tanto paranoico), muy necesario para descomprimir el tremendo peso dramático del juicio en sí. En una escena tragicómica y memorable, Strassera/Darín desecha abogados veteranos para la investigación de los crímenes porque todos se han vuelto “fachos, un poco fachos o muy fachos”, y después Moreno Ocampo propone convocar a profesionales recién recibidos o incluso estudiantes de Derecho, cuya selección también es recreada en una secuencia marcada por la soltura y el desparpajo.
Por otro lado, la reconstrucción de los testimonios de las víctimas es tan precisa como demoledora. El director toma algunos testimonios emblemáticos y los recrea con su extensión, pausas y tensión originales, lo cual basta para dimensionar el nivel de violencia y sadismo que ejerció la dictadura. El relato que hace la víctima encarnada por la actriz Laura Paredes (una embarazada torturada y separada de su hija recién nacida) detiene la película en un instante (es tan intenso que parece durar sólo un instante) que justifica la película y eleva su calidad de imprescindible. Lo mismo pasa con el alegato final de Strassera, aquel que cerraba con la célebre frase “Nunca más”.
Darín y Lanzani completan el cuadro con actuaciones admirables por su contención, muy lejos de imitaciones o estridencias. Darín en particular parece haber esperado toda una vida para este Strassera, que ahora le llega en el momento justo. Los actores secundarios también se destacan (en especial Norman Brisky, la mencionada Laura Paredes, Claudio Da Passano y Carlos Portaluppi), y aquí ningún secundario es simplemente accesorio.
La posibilidad de quedar seleccionada en la competencia de los Oscar como película extranjera aumentó las expectativas alrededor de “Argentina, 1985”, que sólo se estrenó en algunos complejos de cines porque las grandes cadenas (Showcase, Cinépolis y Hoyts) boicotearon el estreno en su disputa con Amazon (que la subirá a su plataforma a fines de octubre). Pero la película de Mitre está pensada para el gran público, está concebida como un acontecimiento que merece ser visto en pantalla grande y también merece, por supuesto, ser un éxito.