La importancia de hacer historia, con Ricardo Darín y Peter Lanzani
La película de Santiago Mitre revive el juicio a las juntas militares desde una narración clásica que enaltece la necesidad de contar la historia para preservar la memoria.
Con inteligencia el guión de Santiago Mitre y Mariano Llinás (El estudiante, La patota, La cordillera, Pequeña flor) sobre el juicio a las juntas militares, relata un hecho bisagra en la democracia y en la historia argentina. Pero Argentina, 1985 (2022) no es un cine testimonial del estilo de los producidos en los años ochenta sino una película de género, con el poder narrativo que esto implica. Sigue la estructura del film de juicios y el thriller político para adentrarnos con tensión y fluidez argumental en el suceso descripto.
La narración clásica también implica que nos identificamos con el protagonista, en este caso el fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín), quien debe hacerse cargo contra su voluntad de acusar a la junta militar de terrorismo de Estado. En él reposa el punto de vista del relato, un hombre que vive en un modesto departamento en la Ciudad de Buenos Aires con su esposa y dos hijos entrando en la adolescencia. Un típico ciudadano de clase media argentina, como el potencial espectador del film.
"La clase media siempre termina apoyando los golpes militares, a ellos tenemos que convencer”, dice Strassera a su joven colaborador Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), mientras se muestra a lo largo de la trama la buena imagen que mantenían las fuerzas en 1985. Esto ubica al fiscal en una suerte de héroe solitario, peleando contra molinos de viento para llevar a cabo un juicio justo y necesario para la sociedad argentina. Otra estructura de género ambientada en la Argentina post dictadura con los servicios operando.
Pero quizás el mayor valor de Argentina, 1985 sea promover la necesidad de contar la historia reciente. Hay varias escenas donde van a suceder situaciones, la reunión de Strassera con el presidente Raúl Alfonsín o el encuentro de los jueces debatiendo las condenas en una pizzería, apenas insinuadas. Las escenas se reconstruyen luego al ser “narradas” de un personaje a otro. El acto de relatar los hechos y elaborar sentido se vuelve fundamental para el film desde su propia construcción.
Por otro lado, es destacable la manera del guión de establecer los puentes hacia el pasado y hacia el futuro. Strassera tiene un vínculo especial con su mentor (Norman Brisky) y con su hijo, ambas figuras fundamentales para las trascendentales decisiones tomadas en el juicio. La enseñanza del pasado y la esperanza del futuro solidifican el contundente mensaje de “Nunca Más” expuesto por el film.