En un país normal un largometraje como Argentina: 1985 se podría disfrutar como lo que es, una gran película de juicio. La historia de un héroe y sus compañeros de aventuras, capaces de enfrentarse a los monstruos y salir triunfantes. Algo así como un Elliot Ness en Los intocables (1987) de Brian De Palma. Al igual que la película con Kevin Costner muchos le habrán objetado que no es del todo exacta con los eventos narrados, acá -donde el tema es tan terrible- cada segundo de película es pasado por un escáner que intenta detectar errores, omisiones, guiños políticos y decisiones poco éticas. No está mal hacerlo, pero cuando tal ejercicio en vencido por la evidencia de una película contundente, entonces no hay mucho más para hacer. Argentina: 1985 será debatida en ese aspecto más en su país de origen que en cualquier otro lugar del mundo. Seria candidata a ganar todos los premios del público a cuanto festival vaya, la película tiene un tema grande, un evento histórico sin precedentes y finalmente es divertida y clásica.
La película dirigida por Santiago Mitre y escrita por él junto a Mariano Llinás se acerca mucho más a un film de juicio como Filadelfia (1993) que a La historia oficial (1985). Eso habla de una madurez del cine argentino, capaz de apostar al cine de género antes que a cualquier otra cosa. El primer cartel que aparece lo dice muy claro: “Inspirada en hechos reales”. Lo que venga después tendrá licencias poéticas varias, algunos se enojarán, la mayoría ni se dará cuenta, solo verá que la historia funciona. La película está centrada en la figura de un héroe, el fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín) quien es presentado en la historia antes de que le asignen el juicio. Strassera es un héroe al que le llega una misión y asume su rol con el profesionalismo que corresponde. Es un héroe hawksiano, valiente frente al riesgo, escudado en un equipo que lo ayuda. También la película lo piensa a Strassera como un héroe fordiano, a contramano de sus pares, luchando por lo correcto, ocupando el lugar que le ha tocado en la historia. Luego se sumará el fiscal adjunto, Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani) más propenso a hablar frente a las cámaras, menos clásico. Los personajes están siendo protagonistas de un hecho heroico, no solo histórico. Lo que hagan después no es el tema de la película ni nos importa, por eso se llama 1985. La misión de valientes está cumplida. No faltará también que vea algo de los héroes de Frank Capra, pero el estar basada en un hecho real le pone un límite al cuento de hadas. Sin embargo, no le queda mal a Strassera el título de Caballero sin espada.
Hablábamos de Filadelfia y es importante destacar, en ese aspecto, al personaje de la madre de Moreno Ocampo, algo así como la mirada a la que hay que convencer. La que no importa lo que pensara en general sobre un tema, que la evidencia fuera lo suficientemente contundente como para que ella pudiera verla. Contar la historia para que se entienda. Y no hablamos solo de la película, sino del trabajo en el juicio. Hay otro gran film con un juicio, Amistad (1997) de Steven Spielberg, donde un personaje dice: “Gana el que cuenta la mejor historia”. Para complementar esto la película juega su carta más inteligente, el humor. Ya no subestima al espectador como hacía el cine político de otras épocas y le permite ver algo entretenido e inteligente. Lejos del cine político argentino o europeo, más cerca de Hollywood. El alivio cómico que representa el hijo de Strassera es una prueba de ello. Se lo presenta en la escena inicial y sigue así hasta el final. No solo aporta el humor, también es el comentador de los eventos, el que aporta un poco de sentido común frente lo abrumador que rodea al protagonista.
El Juicio a las juntas, realizado durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín en 1985, ha sido y será siempre un hecho histórico sin precedentes en la República Argentina. Aún con las licencias que la película se tome queda claro que asume una responsabilidad. Condensar tanto en dos horas y veinte minutos no es fácil. Los diálogos son un campo minado de interpretaciones políticas 2022. Pero el Juicio a las juntas les pertenece a todos los argentinos, incluso a los que no formaron parte, como el peronismo. Un momento en la historia muy diferente al presente. La película se hizo ahora, por lo que también delata, en parte a propósito y en parte sin querer, posiciones y comentarios contemporáneos. Aún así, con algunas agachadas y guiños polémicos, lo más emocionante es su protagonista, el héroe de la historia. Y el momento más emocionante es la aparición en off de Ricardo Alfonsín, el presidente que sin tener el apoyo de todos, movió la rueda para que se inicie el juicio histórico. Esa escena es la que nos vuelve a llevar a aquel momento y explica mejor el significado de algo que con los años ha sido malintencionadamente borroneado o cooptado con fines políticos espurios. Alfonsín le recordará algo hoy olvidado, la importancia de la división de poderes. El presidente no se mete con la justicia.
La película también tiene algunas escenas donde se ven los hilos, algunos detalles donde la estructura clásica delata su condición de tal y uno un poco se distrae. Pero el humor y la inteligencia se imponen de forma contundente, sin más, a medida que avanza la trama. La emoción es genuina, es real. Incluso después de que Strassera dice “Nunca más” la película consigue avanzar un poco más hacia su cierre, ya que es difícil alcanzar un punto más alto que ese a nivel dramático.
La banda de sonido es impecable aunque el uso de las canciones no tanto, algunas son demasiado obvias. El sonido, algo no tan habitual para destacar, logra ponernos en época desde la escena inicial, cuando Strassera está en su auto bajo la lluvia. Detalles que ayudan a complementar una película más que sólida. Como todo film basado en un hecho histórico recibirá reclamos, pero no existe la película que pueda conformar a todos. Incluso aquellos que no se sientan identificados con ciertos detalles podrán disfrutar del conjunto.
Con respecto al protagonista, Ricardo Darín, solo resta decir que es la máxima estrella del cine argentino en actividad. Ya pasaron más de veinte años desde que en Nueve reinas (2000) encontró una madurez actoral invencible. Él es Strassera y también es Darín, hace lo que hacen las estrellas, trabajar de otro aún cuando se los reconoce. Peter Lanzani también está impecable, siguiendo el mismo estilo actoral sobrio y elegante, sin ponerse por encima de la película, como corresponde. Santiago Mitre y Mariano Llinás no suelen hacer películas tan clásicas pero han demostrado acá que pueden también jugar esa nota con éxito.
Como toda película exitosa, Argentina: 1985 será tironeada desde todos los ámbitos y se la interpretará con la mirada actual. No está mal, las películas están para ser disfrutadas, odiadas e interpretadas por los espectadores, cada uno con su propia mirada. Sí me parece importante no caer en el lugar común de decir que es una película necesaria. No existe tal cosa como una película necesaria. La historia ya está escrita, este un largometraje de género que vale la pena ver, acusarla de necesaria es rebajarla a la corrección política y el cliché. Lo más relevante es que es sólida y funciona. Y que se basa en una historia que merecía tener una película. Esa película existe y se llama Argentina: 1985.