Mil inventos y un intento
La idea que atraviesa a Argentina animada (2018) es buena: hacer una película que recorra la historia de la animación en Argentina. El problema es la precaria realización que no ayuda –e incluso perjudica- a las buena iniciativa y lejos de convertirla en un material de archivo que condense parte de la rica historia animada, termina siendo olvidable.
La película comienza con un dragón en 3D autoconsciente de ser “dibujado”. Con el fondo en blanco espera instrucciones de “la producción” hasta que aparece en un universo 2D que se presenta abandonado y repleto de despojos de animación convencional. Allí se cruza con un ratón que carga residuos que van entre televisores, cámaras y viejas cintas en fílmico mientras ven una y otra de las legendarias animaciones argentinas, desde cortos políticos hasta publicidades de Gándara.
La animación, con un pie en el género fantástico, siempre remite a universos de fantasía. El anclaje entre uno y otro es la épica del cuento. Esa división de mundos se da aquí entre un 3D habitué hoy en día y un anticuado –y olvidado para el relato- 2D. En las 2 dimensiones se encuentra el origen de la animación en Argentina, los principios perdidos que los protagonistas deben hallar. El Apóstol, reconocido como el primer cortometraje de animación realizado en 2017 por Quirino Cristiani (pionero de la animación en Argentina) es una de las piezas que obsesiona a los protagonistas.
La otra gran idea de esta película escrita por Luz Márquez y Esteban Echeverria es trazar el recorrido en un sentido homenaje a los 100 años de animación en Argentina. Una propuesta atractiva y bien organizada para que los diferentes materiales proyectados funcionen como piezas de baile en un musical.
El problema es la precaria realización con la que cuenta la película producida por Fernando Sokolowicz y dirigida por Uriel Sokolowicz Porta y Victor Leali. Porque si bien estamos ante una producción auto referencial, que no pretende ser más que un guiño constante a las diferentes animaciones preexistentes, necesitaba un mínimo de calidad en su elaboración para coronarse como homenaje y no como un hermano menor de la rica historia de la animación.
La voz del jefe dragón es de Pelusa Suero, el emblemático Larguirucho, uno de los personajes icónicos de Manuel García Ferré (Mil intentos y un invento, Petete y Trapito, Ico, el caballito valiente) asociado a la animación nacional. Con él, Argentina animada recorre los mil inventos de la historia de la animación y se queda en la mera intención de congratularlos. Porque cuando las carencias en materia de producción se hacen evidentes, no hay manera de dibujarlas.