La guerra de las ganancias
Los Asustados Unidos de Norteamérica junto al Reino Unido metieron la cola, como es habitual, para ir en contra de los intereses de un país en pos de los propios. Eso sucedió en 1953 cuando operaron -a través de la CIA y el MI6- en el golpe de estado con el que derrocaron al presidente democrático de Irán Mohammad Mossadeq, reemplazándolo por el prooccidental Sha Reza Pahlevi.
A partir de ese momento, Irán vivió un régimen dictatorial caracterizado por abusos inclasificables y violaciones a los derechos humanos. Veintiseis años después, más concretamente en 1979, el pueblo iraní se rebeló contra el dictador y propició el regreso del exiliado Ayatollah Khomeini para que ocupe el poder. En noviembre de ese año, el sentimiento antiestadounidense tomó forma mediante el ataque a la embajada de los EE.UU. en Irán. La turba enfurecida tomó posesión del edificio y capturó a los empleados que estaban en él. Seis de ellos lograron escapar y asilarse en la embajada de Canadá. "Argo" cuenta la historia de cómo se planeó el rescate de esas personas, en el marco histórico detallado.
Para llevar adelante la "extracción" del personal, la CIA convoca a Tony Mendez, experto en rescates de difícil realización. Luego de varios debates, se optó por una osada propuesta: inventar el rodaje de una película en locaciones iraníes para usarlo como fachada, hacer pasar a los rehenes como equipo de producción y de esa forma sacarlos del país. Arriesgado.
"Argo" exhibe una producción notable. Gran trabajo de reconstrucción de época, no solo en cuanto a locaciones y elementos, sino también en el aspecto de los personajes. La elección del elenco es perfecta, algo que el espectador podrá evaluar por su cuenta cuando en los créditos finales vea no solo las fotos de los verdaderos protagonistas de la historia, sino también material de archivo que muestra escenas reales luego recreadas para el filme.
Ben Affleck, como director, lleva el relato sin prisa, pero sin pausa. Tiene entre manos una historia fantástica en sí misma, y logra dotarla de la épica cinematográfica que merece. El guión no ahorra críticas -medidas, hasta ahí nomás- para con el sistema estadounidense y su pasión por meterse en cuestiones ajenas; un poco más cruel -y en alguna medida, justo- es con el medio cinematográfico, que recibe los dardos envenenados de boca de los roles a cargo de los versátiles John Goodman y Alan Arkin.
"Argo" no pretende ir mucho más allá de la anécdota, y no consigue escapar de la lógica "americana", la que manda que los "muchachos" siempre se salen con la suya, sin importar las consecuencias. Por otra parte, como sucedió con "Wag the Dog" (Barry Levinson, 1997), sirve este filme para recordarnos que cualquier película, o aviso publicitario, puede ser una acción de inteligencia antes que lo que parece ser realmente. Para tener en cuenta en los tiempos que corren.