Los doce del signo. La tierra recibe la inesperada visita de doce objetos no identificados. Son naves alienígenas que se han apostado en doce puntos diferentes del planeta. El gobierno de los EE.UU. recurre a la profesora de lingüística Louise Banks (Amy Adams) para que preste su colaboración y ayude a lograr una comunicación con los visitantes, todo esto con la finalidad de saber por qué y para qué vinieron. No esperen nada parecido a "Día de la Independencia", ni nada por el estilo. Aquí no hay ánimo belicista, ni enfrentamientos armados entre distintas facciones planetarias. Lo que se propone en este filme es una historia sobre la comunicación, el entendimiento y la comprensión ante lo desconocido, allí donde el lenguaje es una barrera. Así es que vemos a la profesora Banks dedicada a descifrar lo que un par de criaturas parecidas a pulpos gigantes dibujan sobre una pared transparente que las separa de los terrestres que las visitan a su nave. Pero el relato no es tan lineal, imágenes de otro aspecto de la vida de Banks ocupan la pantalla, la de una vida con una hija con quien comparte momentos de felicidad y de tragedia. Y todo se mezcla, y lo que parece haber sido puede que lo sea en un futuro, o no. El canadiense Villeneuve nos impone el rostro blanquísimo y pecoso de Amy Adams mediante generosos primeros planos, la cara de la colorada de moda en Hollywood ocupa la pantalla en varias escenas como si quisiera que escudriñáramos en ella más allá de lo que el guión nos cuenta. Ella -tan "americana" en sus rasgos- es la heroína en esta historia donde, como siempre, los brutos y beligerantes son de otra nacionalidad; chinos o rusos, por ejemplo; lo usual, por más que la película exponga buenas intenciones. El problema es que más allá de lo visual y lo alegórico Villeneuve aburre, se pasa de solemne. No importa en qué se basa, ni cuáles son sus influencias cuando el resultado es soporífero. "La Llegada" luce como otro vehículo para que Amy Adams despiliegue sus ya reconocidas dotes actorales, acompañada por un siempre eficaz Forest Whitaker capaz de aportar matices a un militar estadounidense. Es de celebrar que surjan propuestas de este tenor, en las que se valoran más el diálogo y el entendimiento antes que el uso de la fuerza. Solo queda lograr que sean más entretenidas para de esa manera ganar el espacio que las otras ocupan a fuerza de explosiones y balazos.
Un héroe para la historia, no historieta. A quince días de inciado el año 2009, luego de un 2008 catastrófico en todo sentido y especialmente en lo económico, un capitán de aviación le dio a los estadounidenes un motivo para celebrar. Aquél frío día de invierno en Nueva York, el capitán Chelsey "Sully" Sullenberger echó mano a sus cuarenta años como piloto y sus más de veinte mil horas de vuelo para evitar una catástrofe. A dos minutos de despegar el A-320 que debía trasladar a 155 pasajeros desde Nueva York a Carolina del Norte una bandada de gaviotas impactó contra el avión y sus motores, inutilizándolos de inmediato. Sin la propulsión necesaria para regresar al aeropuerto de donde había partido, Sully tomó la decisión de usar lo único parecido a una pista que tenía a mano: el río Hudson. Como todos saben, el capitán logró un amerizaje exitoso y todos salieron con vida. Lo que este filme dirigido magistralmente por Clint Eastwood nos muestra no es solo el temple de un hombre que supo qué hacer en un momento crítico, también exhibe la frialdad de una industria que a través de sus organismos de control se preocupa más por un costoso avión que terminó en el fondo del río que por las vidas que se salvaron. Así la película se basa en la investigación posterior al accidente, las pruebas a las que son sometidos los pilotos y las simulaciones que se hacen para intentar demostrar que Sully no hizo lo correcto. Eastwood usa acertadamente algunas imágenes que no solo forman parte de las pesadillas que el protagonista padece aún despierto, son también imágenes que forman parte de una realidad muy cercana para los neoyorquinos y que las presenta como en juego de luces y sombras que acaban por realzar mucho más la figura del héroe del Hudson. Tom Hanks ofrece una labor actoral soberbia en el rol de Sully, plagada de matices y de una sobriedad muy a tono con el estilo que Eastwood imprime a un relato que se torna más emotivo mientras avanza el filme. Pero no es una emotividad forzada por el director; es la emoción que surge ante un relato sincero y la celebración de la responsabilidad y el profesionalismo, algo no muy común en estos tiempos.
Bajo el hechizo de Marvel. Continúa la expansión del Universo Marvel y con esta interesante apuesta presenta un punto de quiebre que abre nuevos caminos para desarrollar todo lo que la compañía tiene para dar. Tan atractiva para fans como para neófitos en materia de cómics es este filme basado en el personaje creado en 1963 por Stan Lee y Steve Ditko. El doctor Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es un prestigioso cirujano, de renombre internacional, egomaníaco, frío e inconmovible a quien el destino le tiene preparada una sorpresa que será un golpe mortal a su ego. Sus herramientas más preciadas, sus manos, se verán gravemente afectadas en un accidente reduciendo al engreído doctor a la nada misma, quitándole la razón misma de su existencia. Atribulado y sin consuelo médico, Strange busca la solución en otras tierras, alejado del mundo que conoce y ha disfrutado, debe enfrentarse a un conocimiento más profundo, lidiar con su propio ser, entregarse a un maestro que le enseñe a existir en otro plano, uno místico. El relato es meticuloso y rico en el inicio, cuando nos presenta al personaje principal pero se apura y ahorra detalles para mostrar el largo proceso por el que Strange debe pasar hasta convertirse en el Hechicero Supremo, sin embargo esto es reparado gracias a la formidable interpretación de Cumberbatch y algunos guiños del guión acerca de las virtudes del doctor. Paralelamente al conflicto padecido por Strange, la humanidad se ve amenazada por un hechicero dispuesto a torcer el rumbo de la civilización. Tal como se explica en el filme, mientras los Avengers se dedican a defender al planeta de amenazas físicas, los hechiceros la defienden de amenazas místicas, y para eso se prepara Strange. En lo visual el filme es avasallante, consigue colocar al espectador en un estado psicodélico gracias a los efectos visuales que subvierten toda lógica física; los juegos de planos tridimensionales se justifican ampliamente por las características propias de este personaje nacido en la época donde la psicodelia asomaba, y la distorsión de los sentidos era buscada de diversas formas y por diferentes métodos. "Doctor Strange" es una acertada adaptación del cómic, ofrece una entretenida aventura, momentos divertidos, otros asombrosos, y un conjunto de actuaciones a cargo de soberbios intérpretes como el nombrado Cumberbatch, Tilda Swinton y Mads Mikkelsen, para quienes claramente no existen papeles menores y dan lo mejor de sí para el entretenimiento más puro.
Mucha magia para una valija. Todo lo que se sabía hasta ahora sobre Newton "Newt" Scamander estaba escrito en apenas una página y media, justo antes del prólogo del libro "Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos". El resto de las casi sesenta páginas del libro es un catálogo de criaturas fantásticas, muchas de ellas partícipes en este filme en el que Scamander (Eddie Redmayne) llega a Nueva York con fines de investigación, y en cambio provoca no pocos desmanes con las criaturas que lleva con él en su valija. Pero no es Scamander el único que saca a la ciudad de su rutina; una fuerza oscura está suelta y genera caos y zozobra entre los ciudadanos, una fuerza tras la cual está Percival Graves (Colin Farrell), un no menos oscuro funcionario del Ministerio de Magia. J.K. Rowling debió crear toda una nueva historia a partir de una pocas líneas, historia a la que agregó personajes que servirán de nexo entre esta primera mitad del siglo veinte y la historia de Harry Potter que todos conocemos. Suenan entonces nombres conocidos por los fanáticos y conocedores de la saga Potter, se hacen referencias a sucesos que serán determinantes en el futuro ya conocido, y se descorre el velo sobre cuestiones más desarrolladas en los libros; en definitiva, cuestiones que serán disfrutadas -o no- por los fans. En lo cinematográfico el director David Yates ofrece un inicio que por tedioso no predispone para lo mejor y solo se salva por la buena actuación de Dan Fogler -como el Sr. Kowalski-, que salva la situación junto a Eddie Redmayne, ambos a fuerza de carisma. El filme toma buen ritmo cuando el conflicto se presenta con claridad y todo el relato acaba alineado, no sin tropiezos, hacia una resolución que por previsible no pierde eficacia. Sin duda alguna, si hay algo que sostiene a este filme es el universo Potter, sus referencias, su magia y la musicalización a cargo de James Newton Howard. Todo esto sirve como red de contención a una propuesta que no tiene la fuerza de su saga predecesora, pero que al menos por cuatro filmes más seguirá usufructuando su magia.
Violencia masticable. Tom Cruise regresa para asegurarse el espacio que logró conquistar hace años, el de la estrella que convoca pública a las salas, público que ni se preocupa en conocer el título de la película y solo dicen "la de Tom Cruise". Eso es tener categoría de estrella y para mantenerse solo debe asegurarse de brindar una producción -a cargo de él mismo- que esté a la altura de su cartel. En esta oportunidad Cruise nos presenta una segunda entrega del personaje Jack Racher, ex oficial militar de los EE.UU., una máquina asesina e impiadosa que trabaja clandestinamente para su país y que ahora debe investigar por qué una oficial de alto mando es acusada de espionaje. Al mismo tiempo, Reacher debe lidiar con una demanda por paternidad que lo lleva a conocer a una adolescente que podría ser su hija. Obviamente, Reacher puede con todo y contra todos mientras el director hace lo que el manual de este tipo de películas manda. Entre tiros, explosiones y muchas peleas, al espectador solo le queda esperar a ver cómo se resuelven las situaciones que ya sabe que se presentarán en esta película tan previsible y entretenida como chicle globo.
Genio trabajando. En el verano de 1994 Alejandro Chomski se subió al expreso García para viajar durante una noche a través de las emociones y situaciones que solo un ser impredecible como Charly puede ofrecer. La cámara de video portátil comparte el mismo espacio que los protagonistas, convierte en testigos privilegiados de una noche de ensayo a los espectadores. Chomski improvisa sobre la marcha, se nutre de lo que tiene a mano para retratar tanto a los músicos tocando como a Charly mientras compone o salta a la pileta; a la distancia, las imágenes se vuelven fantasmagóricas, nos traen de vuelta a un Charly inflamable, el que llegaba tres horas tarde a un recital para tocar solo veinte minutos, a ese Charly lo vemos ensayando y grabando "Existir sin Vos", un tema que quedó afuera del disco "La Hija de la Lágrima". Somos testigos del proceso que va desde el armado de la letra, el ensayo, hasta la grabación. Aquella noche puede ser revivida hoy, y así vuelve María Gabriela Epumer a tocar su guitarra, Alejandro Medina vuelve a poner su bajo al servicio de Charly, y todos caemos en las redes del genio que, como bien apuntó el flaco Spinetta, nos ha tenido -y aún nos tiene- en vilo. Solo para fanáticos y curiosos.
El acosador de oriente. Roberto se presenta como un muchacho amable, bien dispuesto, cortés, al tiempo que se nos hace intrascendente, inexpresivo y algo pavote. Se las rebusca como extra de publicidades mientras cuida casas. Roberto es mitad chino, mitad japonés y nunca besó a una chica; por eso sueña con hacer una película en la que dos mujeres se pelean por él. Pero en la realidad se agarra un metejón bárbaro con una chica que accidentalmente le pisa una mano en la calle. El tipo sigue a la muchacha, la espía, averigua en donde vive; desde entonces sueña con ella hasta que el destino los une en un casting. Lo que el espectador ve es la inconmensurable diferencia que hay entre ambos protagonistas de esta historia y la insistencia de él para lograr su objetivo. Todo relatado con la abúlica voz de Roberto y una puesta en escena estática, de recursos repetitivos y en más de un punto agotadores, como las caminatas de Roberto con escenarios turísticos de Buenos Aires y San Clemente de fondo, como quien contrabandea un chivo a cambio de un auspicio. La propuesta puede calificarse de simpática, pero no ofrece nada digno de ser destacado. Siempre recuerden, nosotros la vimos gratis pero ustedes deben pagar.
Con la muerte en los talones. Antes de los títulos vemos a un hombre huir de una iglesia con un libro en la mano, en su huida es testigo de varias muertes, situación que se repite a lo largo del filme. El hombre en cuestión es Hermes Vanth (Carlos Echevarría), un médico que nota cómo en su guardia los pacientes mueren como moscas y responsabiliza por ello a un extraño anciano que deambula por el lugar. Consciente de que la muerte le pisa los talones y se la toma con aquellos que le rodean, Hermes emprende la búsqueda del motivo por el cual ese extraño sujeto aparece tras cada muerte, y por qué él mismo arrastra semejante destino. En lo estético el filme se presenta prolijo y con encuadres que junto a una buena iluminación consiguen dotar al relato de buenos climas y atmósferas. El guión es interesante y se propone algo que claramente no pudo lograr el director en el montaje final. No ayuda en nada la disparidad en las interpetaciones, muchas de ellas de un nivel amateur que contrastan con la solidez de un actor como Carnaghi. Al final, lo que el género exige es claridad en la resolución del conflicto pero en cambio solo se aporta confusión y un quiebre de lo verosímil que se impone en la propia lógica del filme.
The losers trío. Matías (Sebastián D´Angelo) no es un tipo fácil, más bien es un mal llevado, de esos que contienen una gran violencia a fuerza de modales impostados y un escape, en este caso, a través de la limpieza y el orden. El muchacho es dueño de un bar, soltero y con un padre problemático a causa de una demencia senil que crece. Una noche, en el bar, tiene un cruce de palabras con Julia (Mercedes Oviedo) a quien luego salva de un problema no menor. A partir de ahí, el flechazo. Sin conocerse más que en el sexo, Matías pronto le propone a Julia que se mude con él, a su casa. No tardan en surgir los lógicos problemas de convivencia entre dos personas que no se conocen en la cotidianeidad. Matías es estructurado y mantiene los pies en la tierra; Julia es bohemia, sin demasiado sentido de la responsabilidad y bastante inmadura. Además fuma. Pronto llega a la historia el mejor y único amigo de Matías, un actor amateur llamado Rodrigo (Gustavo Pardi) con quien Julia no tarda en empatizar, dado el carácter también bohemio del joven. La tensión crece a medida que también crecen los problemas de Matías, que van más allá de la pareja. Desde el inicio del relato los directores se disponen a jugar sus cartas de frente al espectador, cuentan con buenas actuaciones y un tono bien sostenido. La edición, como en todo filme, es fundamental pero en este caso juega un rol determinante en la forma del relato y sus responsables juegan en este rubro su mejor carta. El guión presenta un conflicto clásico de forma clara, expuesto con naturalidad -especialmente desde el rol de Oviedo- y recién hacia el final se permite filosofar un poco desde el off, no demasiado, algo que se agradece.
Por la vuelta. Luego de varios tropiezos regresa Tim Burton con un filme en el que puede dar rienda suelta a su estilo, sin grandilocuencia ni sobreactuación alguna. Los relatos del estadounidense Ransom Riggs son ideales para que Burton nos presente muchos de los tópico habituales en sus películas. El joven Jake (Asa Butterfield) ha crecido con los cuentos que su abuelo Abe (Terence Stamp) le relataba antes de dormir. Esas historias tenían como protagonistas a niños de extrañas características; una chica que puede flotar como un globo, otra capaz de incendiar objetos con solo tocarlos, un niño invisible, y otros no menos peculiares. Todos estaban bajo el cuidado de una misteriosa y distinguida mujer que fumaba en pipa. Tras un traumático acontecimiento Jake descubre que aquellas fantásticas historias son muy reales y que él mismo pasa a formar parte de la mayor aventura que haya vivido. El relato debe lidiar con paradojas temporales, dado que Miss Peregrine y sus niños viven dentro de un bucle temporal -siempre en el 3 de septiembre de 1943-, y eso siempre presenta un desafío para quien decida contar una historia con tal característica. Burton sortea la cuestión sin mucha prolijidad y hasta puede que a alguno no le cierre del todo tanto ida y vuelta en el tiempo. En lo que sí se luce es en la presentación de cada personaje, todo bajo una dirección artística más que destacable y lejos de la pomposidad impostada de las olvidables "Dark Shadows" o "Alice in Wonderland". Muy pronto empatizamos y adoptamos a estas peculiares criaturas y nos sumamos a su aventura, ese es el gran logro de Burton. Si este trabajo del director de "Ed Wood" funciona es porque, entre otras cosas, se ha concentrado en contar bien el cuentito sin distraerse con protagonistas megalómanos -un Johnny Depp, por ejemplo- que suelen distraer y hasta opacar cualquier esfuerzo. Sí, está entre el día de la marmota y los X-men, no destila originalidad pero gana en estilo y sensibilidad, esa que Burton es capaz de impregnar en sus obras cuando no se distrae, como le pasó en los últimos años.