Más extraño que la ficción.
Hace cinco años, muchos se hicieron una pregunta: ¿Quién hubiera apostado que Ben Affleck sería un director tan capaz? Claro, el actor ya había demostrado su talento detrás de las cámaras con el guión de En busca del destino (por el cual tanto él como Matt Damon se hicieron con un Oscar), pero esa memoria casi se borró del inconsciente popular tras su participación en fracasos como Gigli y Daredevil. De todas formas, las cosas cambiaron con su ópera prima, Desapareció una noche, y su siguiente esfuerzo, Atracción peligrosa; películas que mostraron su talento para mostrar escenarios oscuros y atrapantes en una forma apta para las grandes audiencias. Por eso, parece justo que su nueva (y candidata a ser clásica) producción, Argo (2012), trate con una insólita historia verdadera: a veces, la realidad es más inusual que los cuentos más extraños.
1979: año del estallido de la revolución iraní. Las manifestaciones de odio y violencia aumentan, y no hay lugar para negociar. En un acto de furia tras el apoyo americano al sah Mohammad Reza Pahlevi (el emperador derrocado que huyó del país antes de poder ser juzgado y ejecutado), el pueblo musulmán decide tomar la embajada estadounidense en Teherán, tomando como rehenes a 52 personas. Por suerte, en la conmoción del evento, un grupo de seis empleados puede escapar, logrando esconderse en el hogar del embajador canadiense. Pero, tras el paso de los meses, se hace obvio que ese refugio no va a durar para siempre.
Es ahí cuando Tony Mendez (Affleck) entra en acción. Mientras los intentos de planes elaborados por otros miembros de la CIA no pueden levantarse, el especialista en infiltraciones va a Hollywood, reclutando al maquillador John Chambers (John Goodman) y al productor Lester Siegel (Alan Arkin). ¿Su idea? Viajar él mismo a Irán con la excusa de buscar locaciones para un falso film de ciencia ficción, y salir con los seis como parte del ficticio equipo de producción. Para poder llevar a cabo su extravagante proyecto y sacar al conjunto, Mendez tendrá que lidiar con las protestas de la agencia de inteligencia, con las extrañas movidas en el mundo del cine y, finalmente, con una cultura distinta al punto del quiebre. El tiempo se acaba, y las vidas en peligro aumentan.
Con muchas intenciones, el film se divide por la mitad: la primera parte, en la que se relata la toma de la embajada y se prepara el plan de Mendez, va con fluidez entre suspenso, humor (principalmente en las escenas dedicadas a la falsa producción) y una justa crítica al involucramiento del país del norte en la mísera situación de Irán, permitiendo trazar paralelos con una buena cantidad de eventos recientes; mientras tanto, la segunda porción se dedica a construir expertamente la tensión por el escape de Teherán, hasta llegar a un final que, si bien no cuenta con la misma ideología del inicio, es capaz de mantener a las audiencias agarrándose al borde del asiento. Affleck se mueve de un lado al otro al plantear todos los aspectos de esta historia verídica, logrando sacar entretenimiento con la construcción de esta extraña y real idea de rescate, pero a la vez haciendo que la gente no olvide el drama basado en lo que está en juego, con una mirada imparcial entre ambos lados del conflicto.
Entre todo esto, Affleck muestra su amor por la década de los setenta: desde los segundos iniciales (con el antiguo logo de Warner Bros.), pasando por las referencias a films como Network y La guerra de las galaxias, mostrando la influencia de memorables thrillers políticos como Todos los hombres del presidente y Los tres días del cóndor. Con la ayuda del director de fotografía Rodrigo Prieto, del compositor Alexandre Desplat y de un excelente trabajo de producción, el realizador logra volver a la época del Nuevo Hollywood, y a su vez, enfocarse en el increíble relato. Pero no solo eso: Argo elabora que las historias, y las formas en las que son contadas (como el cine), son de las pocas cosas que rompen las barreras de pensamiento; un mensaje entregado de manera conmovedora por parte del realizador.
A la hora de actuar, Affleck hace un buen trabajo. Mendez es un hombre común con convicción envuelto en circunstancias mucho mayores de lo que acostumbra; en el quizás mayor defecto del film, su actuación queda algo opacada por el resto del elenco, pero ese hecho no tiene tanta importancia al considerar el grupo de grandes intérpretes que consiguió para esta película. Bryan Cranston (que actualmente sigue recibiendo aplausos por su rol de Walter White en Breaking Bad), finalmente muestra su talento en la pantalla grande, como el jefe de Mendez en la CIA. Como los seis fugitivos de la embajada, Tate Donovan, Clea DuVall, Christopher Denham, Kerry Bishe, Scoot McNairy y Rory Cochrane logran entregar drama y tensión debido a la forma en la que reaccionan al peligro de sus situaciones. Pero, sin dudas, los que se roban la película son John Goodman y Alan Arkin, quienes le dan el alma a la producción. El timing, la dinámica y el humor que entregan es tan excelente que hace desear ver un film entero dedicado solo a ellos.
Inteligente, graciosa, tensionante y dramática, Argo es definitivamente uno de los mejores estrenos del año, y solidifica a Affleck como uno de los directores de los que no hay que quitarles los ojos de encima. Si alguien hubiera dicho lo último hace una década, nadie lo creería. Pero, como lo demuestra Ben, todo puede pasar.
@JoniSantucho