Ben y los argonautas
El tercer largometraje de Ben Affleck como realizador ha llegado a los cines argentinos para contarnos la historia real de la operación que la CIA montó a fines de los 70 para rescatar a 6 empleados de la embajada de los Estados Unidos en Irán que lograron escapar al momento de la toma por asalto de la sede diplomática. Tony Mendez, especialista en extracciones, creará una falsa productora de películas (que incluye productores, eventos de prensa y hasta un guión verdadero) que partirá hacía Teherán a encontrar locaciones para filmar una película, aunque en realidad su única misión es traer convida a los 6 ciudadanos estadounidenses que se encuentran refugiados en la casa del embajador de Canadá mientras un grupo de iraníes los busca incansablemente para ajusticiarlos.
No voy a hablar de las anteriores obras de Ben Affleck como director por qué ya lo hice acá, pero si voy a destacar nuevamente que la evolución de este actor/productor/director es realmente asombrosa. Argo vendría a ser su opera cumbre, su más grande película por el desafío que planteaba filmar una historia tan compleja que de haber caído en manos de otro director hubiese sido un panfleto al heroísmo yankee. Uno de los puntos más altos de Argo es que el punto de vista de Affleck, de vuelta demostrando un arraigado y querido clasicismo, no es diagramar una estructura basada en héroes y villanos, sino que plantea un universo real a una historia que por momentos roza lo increíble.
Affleck no demoniza a los iraníes ni tampoco los justifica, pero si pone en contexto esa furia desatada que se vivieron por más de un año en Teherán. No la deja librada al azar para sentenciarlos, sino que se encarga por medio de una brillante, gráfica y breve introducción de ubicar la situación de opresión que vivió el pueblo asiático durante más de 30 años generando los lamentables hechos posteriores. Si hay algo contra lo que dispara el realizador de The Town sin piedad es contra las políticas de los Estados Unidos. A lo largo de este film, Ben apunta con ácidas críticas al imperialismo del país del norte y al comienzo de Argo deja bien en claro su posición con la mencionada introducción que comenta sin ningún tipo de tapujo que su país e Inglaterra organizaron el golpe de estado que terminó con el mandato de Mohammad Mosaddeq para luego establecer y controlar a su merced la dictadura del Sha Mohammad Reza Pahlavi.
Argo se encuentra claramente dividida en dos partes. La primera parte narra el nacimiento de la misión, donde el humor paródico y crítico hacía Hollywood es moneda corriente. La segunda se desmarca de la primera en absoluto por cambiar radicalmente el registro virando hacía un thriller político donde la tensión se apodera del relato. Es fascinante como a pesar de conocer el final (no lo voy a revelar por las dudas) uno siente como el corazón se sale del caparazón en los momentos cúlmines de la cinta. Obviamente que esto no es casualidad, debido a que el perfecto pulso de Affleck como director se encargó de mostrar acertadamente el clima hostil que rodea a Teherán, generando que sea imposible aislarse de ese opresivo y violento mundo más allá de lo dicta la conocida realidad.
Ben Affleck aquí es el verdadero responsable del éxito artístico de Argo, ya sea detrás o delante de las cámaras mostrando que su evolución en ambas facetas es impresionante. Esto lo resalto porque en The Town, si bien Ben es el protagonista, el lucimiento cae en manos de Jon Hamm, Jeremy Renner o Chris Cooper mientras que en Argo es el actor de Pearl Harbor el encargado de cargarse la película en los hombros y romperla toda. Nuevamente se rodea de un elenco secundario de lujo donde John Goodman, Alan Arkin, Bryan Cranston (otra vez dando lugar a un actor de Tv en ascendencia) y Scoot McNairy lo acompañan con grandes actuaciones.
Argo se convierte en una de las mejores películas del año por su brillante e inteligente sentido del humor, por su ácida crítica contra los Estados Unidos y principalmente por demostrar la gran evolución de Ben Affleck como director, en un rol donde la originalidad, el clasicismo y fundamentalmente las esperanzas no abundan.