FIGURAS AL MARGEN
Arpón, la opera prima de Tom Espinoza, es un conjunto de ideas no del todo bien ejecutadas que terminan dando un resultado curioso -por decirlo de alguna forma-, un híbrido con algunas ideas lúcidas pero un guión que resulta ser demasiado endeble porque pierde fuerza al combinar géneros que no terminan de cuajar. No es de extrañar que no nos deje indiferentes, pero se trata de una propuesta irregular con actuaciones que son todo un hallazgo, en particular lo de Germán de Silva y la joven Nina Suárez.
Si bien por momentos parece una propuesta coral, lo cierto es que el magnetismo y el tiempo entregado al personaje del director escolar Germán Argüello (Germán de Silva) atenta contra esta idea. Construido inicialmente como un drama social que hace hincapié en planos intimistas que jamás pierden a los personajes del cuadro y planos largos que realzan la tensión de los momentos más inquietantes, luego nos damos con un giro algo vertiginoso que nos planta en el medio de una película de acción pura y dura. Por ello quizá vale la pena repasar un poco lo que cuenta: Germán está algo obsesivo porque en uno de los baños femeninos aparece lo que él presume son rastros de consumo de drogas. A raíz de ello hace requisas de las mochilas del alumnado, una metodología algo humillante que lo hace ver como una autoridad agresiva. Cata es una alumna rebelde y solitaria que tiene poco contacto con su familia, que es la sospechosa principal por resistirse a que el director vea su mochila; esta tensión crece y los lleva a convivir forzadamente por una pelea, arrastrando a la adolescente a una situación que se torna peligrosa cuando la trata de personas aparece en la ecuación.
El asunto es que más allá de que narrativamente ya habíamos mencionado que no termina de cuajar el drama social e íntimo que ilustra la vida de Germán y Cata con el crudo desenlace de acción, también hay algunos problemas en secuencias que resultan confusas por dos factores: el primero es una edición que pierde la continuidad en momentos fundamentales y el segundo aparece en planos largos -una opción, sin embargo, valiosa en algunas secuencias de acción- que hacen inentendible lo que está sucediendo. Hay un momento en el que el personaje de Germán sale de su auto para atacar al personaje interpretado por Marcelo Melingo y la secuencia resulta confusa, ya que las consecuencias de ese ataque lo entendemos dos secuencias después, cuando Germán entiende que la búsqueda de Cata (Suárez) en esa especie de galpón resulta infructuosa. A esto sumemos algunos diálogos que, en particular en el caso de Cata, parecen contar con una autoconsciencia que no fluye con su personaje y su edad.
Irregular y extraña, Arpón no ofrece salidas fáciles y ofrece un conjunto de preguntas que en el planteo del guión aparecen interesantes: sin embargo su ejecución y el coqueteo entre subgéneros que no terminan de cuajar afectan el resultado más allá del sólido trabajo actoral.