Un thriller de factura clásica
En el comienzo Luis Vega (Pablo Echarri) le explica a sus alumnos las principales características de una buena ficción, poniendo el acento en que el principal atractivo se genera cuando el autor da pistas para comprender el universo que ven y piensan los personajes. Y a continuación, lo que sigue en Arrebato es cumplir con esta premisa a partir de un thriller de factura clásica, que adhiere con reverencia al género. Tal vez demasiado.
En el comienzo Luis Vega (Pablo Echarri) le explica a sus alumnos las principales características de una buena ficción, poniendo el acento en que el principal atractivo se genera cuando el autor da pistas para comprender el universo que ven y piensan los personajes. Y a continuación, lo que sigue en Arrebato es cumplir con esta premisa a partir de un thriller de factura clásica, que adhiere con reverencia al género. Tal vez demasiado.
Centrada en un personaje atormentado como Vega, un profesor de literatura y escritor de policiales que recibe el encargo de su editor para que trasforme en un libro el mediático caso del asesinato de un tal Grotzki, un dentista sin demasiadas aristas interesantes pero que dejó viuda a una mujer que sí resulta fascinante, Laura (Leticia Brédice), la principal sospechosa del crimen, la historia suma a Carla (Mónica Antonópulos), atractiva, distante y con algunos secretos, que agrega inestabilidad a la vida del escritor, en plena faena de investigar el mundo del intercambio de parejas (el posible detonante de la muerte de Grotzki) y con la sospecha de que su mujer lo engaña.
La rubia fatal, el desmoronamiento de la vida ordenada del protagonista, el oficio de escritor para borrar las fronteras entre la ficción y el crimen sangriento, son los elementos de una puesta sin aire, tan cuidadosa de respetar los tips del policial tradicional como por caso lo hacían también dos films recientes que seguían la misma línea como Betibú (Miguel Cohan) y Tesis de un homicidio (Hernán Goldfrid), pero que a diferencia de aquellos, no se permite reelaborar el género. Y entonces, la trama comienza a anunciar su desenlace con demasiada antelación y se desdibuja el resto de los valiosos elementos de la puesta, desde el triángulo amoroso que funciona y da aire para a la primera mitad del relato, las participaciones de Gustavo Garzón como un fiscal implacable y Claudio Tolcachir como el editor y una ciudad retratada como una superficie brillante que, sin embargo, sugiere varios pecados inconfesables.