Un plan perfecto
El policial argentino gana terreno y se afianza con esta producción que marca el retorno de Pablo Echarri a la pantalla. El mayor problema de Arrebato es que muestra las cartas a poco de iniciarse y no cuesta demasiado entrever el final; su mayor acierto es lograr empantanar esas expectativas y poner en duda el previsible final. Si resulta engorroso definir al film bajo estos parámetros es porque la cinta de Sandra Gugliotta (Un día de suerte) resulta, en sí misma, un trabajo confuso mechado de buenos momentos.
Luis Vega (Echarri) es un escritor que no encuentra el tema para su segunda novela. Al principio, Vega aparece dictando una sesuda clase sobre los vericuetos de la ficción, pero su rol docente y su sagacidad desaparecerán tras esa escena. Vega es, en realidad, un ser fastidioso que pese a haber producido un solo best-seller es tratado como Stephen King por su agente editorial. Las contradicciones, entonces, anidan en el núcleo de la película.
La idea salvadora es realizar una ficción a partir de un crimen no esclarecido. Vega se acerca a Laura Grotzki (Leticia Brédice), principal sospechosa de la muerte de su marido, y mientras ahonda en un posible crimen pasional crecen también sus celos hacia Carla (Mónica Antonópulos), su mujer, debido a sus reiteradas llegadas tarde del trabajo. El triángulo pasional del que el escritor se nutre se traslada a su vida privada y Gugliotta (también coguionista) consigue que la paranoia de Vega (gracias, sobre todo, a la labor de Antonópulos) sea de a ratos electrizante. La escena final, con acertada musicalización de El mató a un policía motorizado, compensa la tibieza del desenlace.