Arrebato parte de una idea interesante, pero falla en su ejecución y a la hora de transmitir cualquier tipo de sentimiento.
Luis Vega es un escritor de novelas policiales que trabaja como profesor de literatura. A través de su editor le llega la propuesta de transformar el mediático caso de asesinato de un dentista llamado Grotzki en un libro. Mientras arranca su investigación comenzará también a involucrase con su viuda, Laura Grotzki, una mujer que servirá como puerta de entrada a un mundo de sexo, celos y sangre.
Tesis sobre un arrebato
Arrebato se siente como dos películas al mismo tiempo. Una es la que queremos que sea y otra la que realmente es. Lo que nosotros como espectadores esperamos es un thriller sexy, teñido de algo de esa paranoia que supo caracterizar al cine de los 70 y que explora los recovecos más oscuros de la mente de un escritor de novelas policiales. Lamentablemente, otra muy distinta es lo que terminamos obteniendo en realidad: una cinta donde la construcción del suspenso es casi nula y donde su interprete falla a la hora de transmitir cualquier tipo de sentimiento o emoción.
Sin dudas el arranque de Arrebato es prometedor. Echarri, ya en la piel de Luis Vega, escritor y profesor de literatura, da una charla a sus alumnos sobre los principios del relato de ficción. Este afirma que una historia, sea verdadera o no, capta nuestra atención cuando comenzamos a comprender lo que pasa por la mente de los personajes u simplemente a través de hechos banales. Esta suerte de auto-conciencia que tiene la película para con su discurso, hace que Arrebato esté frente a una posibilidad única: la de desdoblar y divertirse con ese concepto. Pero, sorprendente, termina siendo todo lo contrario. El film falla en la construcción de sus personajes desde el vamos y, como una especie de efecto dominó, también en todo lo que le sigue.
Por lo menos desde mi punto de vista, esta falla no se encuentra totalmente en el guión. El gran problema de la película tiene nombre y apellido y es ni más ni menos que Pablo Echarri. El actor, que supo interpretar buenos papeles en otras cintas como Crónica de una Fuga, El Método o Cuestión de Principios (una joyita pesonal), es el responsable aquí de que nos importe poco y nada la vida, los problemas y el destino de Luis Vega. Toda su interpretación se siente monótona e inexpresiva, incluso en los momentos dramáticos o de tensión. Ese concepto del que se habla durante los primeros minutos, donde los lectores o espectadores se llegan a relacionar con los personajes la ficción, es imposible de aplicar aquí ya que todo el desarrollo queda completamente opacado.
El resto del elenco hace un trabajo justo, aunque sin exigirse demasiado. Mónica Antonópulos da una correcta interpretación como la sufrida esposa de Vega y lo mismo sucede con Leticia Brédice como Laura Grotzki, una enigmática mujer que sabe más de lo que dice sobre el asesinato de su marido. Gustavo Garzón tiene también una pequeña participación llegando al final y, como de costumbre, es un placer de ver por más chico que sea su papel.
Obviamente no es solo por la interpretación de Echarri que la película no termina de cerrar. A pesar de contar con una buena banda de sonido, la construcción del suspenso es casi nula incluso en sus momentos claves. Se siente como si la música, los planos y el montaje estuvieran yendo todos para lugares distintos. Por otro lado, el guión hace un buen trabajo esquivando los lugares comunes y por momentos logra tenernos adivinando, aunque la resolución sea algo predecible.
Conclusión
Arrebato es un thriller psicológico que nunca logra generar tensión a pesar del atrapante punto de partida de su historia. Lamentablemente, a la película le termina pesando (y mucho) que nunca podamos conectarnos con su protagonista, quien es el eje central de todas y cada una de las escenas. Todo esto hace que, en definitiva, peque de aburrida. Y eso es mucho decir cuando tu película dura tan solo 85 minutos.