Afortunadamente semana a semana llegan a la cartelera local películas nacionales de género, pero lamentablemente no todas pueden ser buenas. Tal es el caso de Arrebato, donde hay un gran potencial y talento pero no bien deliberado.
El principal problema de este estreno es que la historia es muy obvia, a medida de que va avanzando y de que conocemos a los personajes sabemos de antemano que caminos recorrerán y promediando la mitad de la película el final es muy imaginable.
Esta cuestión limita mucho toda relación que el espectador pueda tener con el film y genera que se preste más atención a otras cuestiones tales como la puesta y las actuaciones. Afortunadamente ambas ramas están bien, pero tampoco son nada de otro mundo.
En lo actoral, Pablo Echarri está sólido y se le notan las ganas que tiene de hacer cine. Maneja bien los tiempos y su personaje se aleja de las telenovelas.
Se encuentra bien acompañado por Mónica Antonopulos y Leticia Brédice. Y el que tal vez hace más ruido en el elenco es Gustavo Garzón, no por su capacidad, porque es un gran actor, sino por su personaje porque no se le cree absolutamente nada.
Por su lado, la directora Sandra Gugliota le da ritmo y balancea bien la intriga periodística y el policial, pero se nota que tomó bastantes apuntes de Bajos Instintos (1992) porque hay un par de secuencias que son muy parecidas.
Con estructura rara pero llevadera la película se deja ver aún con su previsibilidad y abrupto final.
Arrebato no entrará en la lista de los grandes policiales nacionales pero a lo mejor (por su protagonista) capta la atención de un público más de televisión y no tan curtido en cine y logra atraer interés por el género.