Drama de celos con buenos climas y un elenco preciso
Conviene atender el comienzo de este drama de celos, donde un hombre explica ante su auditorio ciertas razones que autorizan a creer que algo es verdadero cuando viene expuesto con modos aprobados por la ficción. Un relato es más creíble que un informe, puede pensarse.
Ese hombre es, básicamente, un novelista experto en el género policial. Lo vemos en la presentación de un libro suyo, urgido por el editor, que requiere otro libro más para aprovechar el éxito, festejado por el público, acompañado por su esposa con aire cómplice. Pronto sospechamos que ella gusta mucho de la complicidad. Con otros tipos. El problema es que el marido también lo sospecha. Hay gente molesta. Y también hay un personaje raro, una viuda alegre que acaso mató a su marido, de profesión dentista. El escritor debe sonsacarle alguna confesión para su nuevo libro. En esa parte ciertos ecos en el accionar de uno y otro sugieren algo detrás de lo que vemos. Suele ocurrir que las personas reales se vuelvan personajes propios, representaciones ocultas de sí mismo, en la mente de un narrador.
A esa altura, ciertas licencias argumentales, algunos gestos y jadeos excedidos, se equilibran e integran con un fondo sonoro muy trabajado, inquietante. El clima logrado es bueno, lo que en este caso no significa que haya buen clima. La segunda parte del relato incluye crímenes, sospechas policiales, inocencia judicial, verdad revelada. La escena de la verdad es terrible, y deja a mucho público en estado de comprensible desazón. A veces los narradores escuchan el relato de alguna persona medio tocada, le dan estilo, lo hacen propio, y en ocasiones hasta lo sacan del ámbito de la imaginación al de la realidad. Esto último no siempre conviene.
Tal es lo que parece exponer Sandra Gugliotta, autora del film. También expone otras cosas de orden práctico, como la conveniencia de no olvidar el celular, borrar las huellas de actividades extraoficiales en beneficio de la paz hogareña, evitar obsesiones, etcétera. Lo hace respaldada por un elenco preciso en cada momento, encabezado por Pablo Echarri y Mónica Antonopulos (a destacar, la escena de enfrentamiento entre los ex cónyuges en un restaurant: parece fácil, pero hay que saber tocar una copa, mover un bolso, para dar la sensación de estar al borde del estallido sin caer en estridencias). Otro respaldo de primera línea lo conforman el director de sonido Vicente D' Elia y el compositor Sebastián Escofet. Por ahí también anda Julián Gándara.