Arrebato es la nueva película de la realizadora argentina Sandra Gugliotta quien en esta oportunidad intenta traer a la pantalla un policial negro que cuenta con un elenco multiestelar. Pablo Echarri, Leticia Brédice, Mónica Antonópulos y Claudio Tolcachir integran el reparto de este largometraje con aires de género que promete mucho pero entrega poco.
La historia es la de siempre. Un profesor universitario, con algo de “facha”, seduce a un conjunto de alumnos con la enunciación de una falsa revelación teórica (ellos volverán a casa contentos, pero él repite este verso todos los cuatrimestres) El profesor está casado y su matrimonio se encuentra en decadencia. Es aquí cuando la película comienza, y guiado por los celos, lo que debería ser la investigación previa para su próxima novela se transforma en una paranoica persecución tras cada paso que realiza su mujer.
En una Buenos Aires nocturna, lluviosa y compacta los personajes se enredan en su propio juego. El “ángel negro” (como Brédice prefiere definir su rol) es la otra cara del binomio conceptual que conforma junto al hastiado profesor universitario. Ella lo conduce a explorar los recovecos más oscuros de su existencia, y él la deja hacer. Es la dupla Echarri-Brédice, la que casi como un mismo personaje, pero desdoblado, lleva adelante la intriga de un filme que tiene todos los elementos para imponerse pero que falla, al menos, en dos puntos. Por un lado, la construcción del verosímil y por el otro, el registro actoral.
La puesta en escena y los elementos que en ella intervienen son fundamentales para la recreación de una atmósfera verídica en el contexto de la diégesis fílmica. En Arrebato esto no logra concretarse, y en reiterados ejemplos, como los recortes del diario que manipula Echarri, o la escena en la discoteca, la credibilidad de ese ambiente ficcional no llega a representarse. La mostración del artificio también queda al descubierto al momento de generar algún tipo de identificación con los personajes. Es tal la distancia que se genera entre el relato y el público, que se hace complicado poder “entrar” a la historia. Todo se muestra distante, como si se estuviera observando el resultado de una prueba científica.
Es destacable la participación de Claudio Tolcachir, quien en un rol pequeño (casi invisible) logra recomponer las piezas de este filme empobrecido. Brédice y Echarri “nadan en su aguas conocidas” por lo que ni sorprenden, ni se destacan y hacen de sus perfomances acciones aburridas y predecibles.
Para Gugliotta Arrebato tiene como uno de los ejes temáticos, la invasión de la tecnología en la vida cotidiana, pero lo cierto es que ese dato queda totalmente desdibujado en el desarrollo del metraje. A no ser por los mensajes de texto que a Echarri no lo dejan dormir, o un chat sexual misterioso poco explotado dramáticamente, la idea de explorar las nuevas formas de comunicación no logra visibilizarse. La historia que se narra es original y los intentos de hacer de esta película un filme de género se sospechan, pero lamentablemente no llegan a desplegarse.
Por Paula Caffaro
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