En el ojo de la tormenta
En vez de Arrebato (2014), la nueva película de Sandra Gugliotta podría haberse llamado Búsqueda frenética (Frantic, 1988), porque su protagonista Luis Vega (Pablo Echarri) comienza una desesperada indagación acerca de su entorno, su condición como ser humano y, principalmente, sobre su relación con su pareja Carla (Mónica Antonópulos), a partir de ciertas sospechas despertadas por esta última.
Luis Vega es un celebrado escritor y profesor que, a partir de que su mentor y editor (interpretado por Claudio Tolcachir) lo impulsa a escribir su primera novela, todo su mundo comienza a desmoronarse ante la duda sobre una posible infidelidad de su mujer.
Cuando descubre el asesinato sin resolver de un dentista, en medio del caso Grotzki investigado para su libro, comienza a relacionarse con la viuda (Leticia Brédice), quien le despertará lo más oscuro de su personalidad. Y a medida que avanza en la investigación para su novela, Luis encontrará irregularidades en el comportamiento de su esposa.
El avance temporal -en apariencia lineal, pero no- generará la incorporación de un personaje más en la ficción (un fiscal, interpretado por Gustavo Garzón) y que una vez más pondrá a Luis ante la disyuntiva entre el caso que investiga y su vida personal.
Si bien Gugliotta podría haber apostado a lo seguro, generando un film de género simple y efectista, redobla la apuesta en la generación de climas y atmósferas sugerentes (sobre todo en las imágenes de la sórdida noche que le gusta a Laura- Brédice-), que envuelven al espectador y que emparentan las emociones resultantes a las del protagonista.
En la ciudad los personajes de Arrebato se mueven como en sus ambientes más personales, profesionales, seductores, ambiciosos, pero es en los espacios cerrados en donde la directora puede construir una narración digresiva que sugiere y mantiene el interés en la historia.
El verosímil del proceso de investigación del caso se refuerza con la ambigüedad de la relación de Luis con Laura, un personaje que si bien es trabajado desde trazos gruesos (algo que le encanta a Brédice), marca el obligatorio contrapunto para que las pulsiones comiencen a emerger.
Las correctas actuaciones de Echarri y Antonópulos, como una pareja que comienza a resquebrajarse ante la posibilidad de un engaño, es el punto más alto de una película sugerente y que intenta mantener su nivel de producción hasta el último momento.