Considerada una obra de culto, Arrebato, de Iván Zulueta, llega a nuestro país 34 años después de su estreno en España. A pesar de que fracasó comercialmente en su país de origen por el tratamiento explícito que se hacía sobre las drogas, la película fue todo un suceso al editarse en formatos hogareños. Una historia original interpretada magníficamente y dirigida de una forma impecable por un obsesivo del cine.
A primera vista el argumento es simple: José, un jovencísimo Eusebio Poncela, es un director de cine clase B, quien se encuentra por terminar su segunda película. Su rutina se ve alterada cuando recibe un casete de audio y una cinta de super 8 de Pedro (Will More), un amigo de su pasado. De esta manera comienza a recordar, sumergiendo al espectador de lleno en la historia con un flashback. En simultáneo, la acción se sitúa de nuevo en el presente y sigue su curso con Ana (una de las primeras apariciones de Cecilia Roth en el cine español) y la relación destructiva que mantiene con José. Mientras la heroína corre por sus venas, el protagonista descubre un extraño fenómeno que lo obsesionará por completo.
El tiempo del film será el que se tome el personaje de Eusebio Poncela en escuchar la cinta. Esta relación que mantienen conecta la historia y se transforma en una perturbación que no sólo rompe la linealidad del argumento, sino que refleja la alteración que sufren los personajes por su adicción a la cocaína y a la heroína.
En este contexto Zulueta incorpora aspectos que a simple vista parecen secundarios pero no lo son: características técnicas de la cinematografía (máquina de montaje, el uso de proyectores, pantallas y cámaras), un rescate al extraordinario poder de la imagen (cómics, pósters de películas, fotografías), un aprovechamiento de los lugares cerrados con movimientos de cámaras y angulaciones precisas, una dirección de fotografía algo caótica que no hace otra cosa que realzar el estilo del cineasta y, finalmente, una música omnipresente, molesta por momentos, pero que pone en relieve el horror que significa el descubrimiento que hace el personaje de Poncela.
Si por algo Arrebato es considerada una obra mayúscula es por la fuerza con la que Zulueta imprime sus fobias, miedos y pasiones. Las características de este director están repartidas en los personajes de José (un director cansado del aspecto industrial del cine y tomado sólo como trabajo) y el de Pedro (el experimentador, el hombre que utiliza el poder cautivante de las imágenes como escape hacia un mundo sensorial que rompa la rutina diaria).
El fracaso comercial descansó en el tratamiento que se hacía de las drogas. Esto encuentra su origen en la propia realidad del director ya que fue víctima del reparto gratuito de drogas que hizo la Guardia Civil en el País Vasco para terminar con la ETA. De ahí viene ese constante y realista panorama que dibuja en el film. Otro hecho que salta a la vista son las dificultades técnicas a las que se enfrentó el director.
La película tuvo que ser doblada ya que en la mitad del rodaje abandonaron el set los profesionales que estaban a cargo de la producción. Quedaron sólo los amigos de Zulueta y el director de fotografía. En una secuencia aparece una amiga de Pedro con una voz muy particular. No es otro que Pedro Almodóvar, quien cuando terminaba su jornada de trabajo en Telefónica asistía en el doblaje a su amigo.
Tuvieron que pasar 34 años para que Arrebato llegue a nuestro país. Una película fascinante que mantiene la atención del espectador hasta el último y fatal fotograma. El segundo largometraje que realizó Iván Zulueta es una obra única que sólo cometió el pecado de haberse adelantado a su época.