Invitación a un hermoso viaje pintado con preciosa sensibilidad
Hay documentales y documentales en el universo cinematográfico, algunos de los cuales escapan de la media (lo de media no es una intención de adjetivar sino más bien de clasificar) y se permiten un lugar para contar una historia con la intención de reflejar realidades en el aquí y ahora, pero también para ofrecer una mirada personal y unívoca sobre la subjetividad del ser y su circunstancia.
“Arreo” puede tener un significado pero seguramente tiene muchas connotaciones. “Tato” Moreno posa su lente sobre un grupo de personas. Habitantes nómades, errantes, gauchos de una región de nuestro país que pasan mucho tiempo en soledad por sierras y montañas de Mendoza. Ese respeto por el tiempo es acaso uno de los mayores logros de “Arreo”, pues sería imposible apreciar la belleza de las imágenes sin ese factor.
Me niego a pensar éste estreno como un documental en el mero significado ortodoxo del género porque lo que el director hace aquí, incluso con la distancia que por momentos traza entre la cámara y el paisaje, es pintar con preciosa sensibilidad una aldea lejana a las cercanías de la urbe, y a la vez cercana a las lejanías que presenta la geografía. Así el lugar, el contexto topográfico, se convierte en el verdadero “personaje” de esta película.
Se ven las carencias en todo su brillo y también pequeños atisbos de felicidad cuando uno (o los gauchos en este caso) se sabe en su lugar en el mundo. De a poco irán apareciendo historias y hasta pequeños conflictos, pero el texto cinematográfico se aleja de la denuncia facilista o amarilla, es decir evita la zona de confort para plasmar contundentemente la posibilidad de reflexión en un espectador que se verá hipnotizado por la dirección de fotografía y por la música, dos elementos que también juegan su papel a la hora de conectar con las emociones.
Sería imposible de realizar una obra de estas características si no se conociese el lugar, su forma, su carácter y su idiosincrasia; pero sobre todo si no hubiese amor incondicional por lo que se está haciendo. Se arrean animales en ese parentesco con el absurdismo planteado por Camus en “El mito de Sísifo”. Sísifo empujaba una piedra eternamente cuesta arriba, sólo para volver abajo y comenzar nuevamente. Algo así sucede con estos animales que le dan sentido a la cotidaneidad de los personajes aquí presentes. Se arrean animales, tanto como el hombre arrea sus defectos, virtudes, miserias y alegrías a lo largo de su vida.
“Arreo” es una invitación a transitar caminos por los cuales uno nuca iría. Eso es éste hermoso viaje, y si bien queda el deseo de ver a éste realizador haciendo ficción, la propuesta es (como cantaban Los Piojos) “mirar el paisaje y seguir”