Made in Taiwan.
Arribeños es la segunda película de Marcos Rodríguez (también es crítico de cine), que desde el principio traza su particularidad, un mérito en tiempos de sobreoferta de documentales. Tal diferenciación está en la elección del tema: la inmigración taiwanesa asentada en el Barrio Chino de la Ciudad de Buenos Aires, precisamente en la intersección de las calles Juramento y Arribeños, en las Barrancas de Belgrano. El inicio nos deja en las puertas del barrio, cuando un tren (que atraviesa el cuadro de derecha e izquierda) termina de pasar, dejándonos ver el arco de entrada a modo de presentación del espacio físico, situado en la calle Arribeños. Un inicio visual austero -pero sofisticado a la vez- nos introduce a una historia que tiene dos niveles bien demarcados: planos de observación del barrio, acompañados de relatos en off en primera persona de inmigrantes taiwaneses. La prolijidad es otra de las luces que exhibe este documental, la división simétrica en cuarto partes tiene un ordenamiento en cuatro temas: la llegada a la Argentina, la adaptación a la comunidad, la vida de los que llegaron siendo niños y que ahora ya son adultos y, finalmente, el relato de aquellos que integraron la primera oleada migratoria desde Taiwán, allá por mediados del siglo XX.
El pulso reposado del armado visual y sonoro permite -como si se trata de una combinación balanceada en una suerte de estéreo cinematográfico- seguir el relato en off y las imágenes bajo una suma atención. Hay puntos álgidos notables, como el poema (que tiene una reproducción en una imagen con el ideograma cantonés al final) o la historia del inmigrante que “occidentalizó” sus trabajos como artista visual para luego regresar al estilo de pinturas orientales, que realizaba antes de su llegada a Buenos Aires. El factor del tiempo es otro elemento fundamental en la arquitectura precisa del trabajo realizado por Rodríguez (advertido en la división en elipsis por estaciones, a partir de la imagen), otro cuidado especial más como parte de una prolijidad general, la cual no atenta en la dinámica de la historia.
Arribeños es una película que arropa muchas cuestiones, desde la descripción más ulterior de un fenómeno migratorio (quizás opacado por el snobismo turístico que atrae el barrio) hasta una lectura sociológica sobre el comportamiento y el desenvolvimiento de esta comunidad –ya completamente asentada- en un contexto que les resulta completamente ajeno, al menos a algunos que todavía dicen extrañar su patria de nacimiento. Más allá de lo atractivas que resultan las historias, el equilibrio surge como pieza fundamental en esta película porque es la ideología adoptada para enaltecer los rasgos temáticos que surgen de ellas; las verdaderas estrellas de esta pequeña gran obra documental. Lo formal al servicio del tema.