El gran golpe del siglo
El director "[Rec]" parece dispuesto a todo con tal de que rotulen a la suya como “una película que no da respiro”. Dispuesto a incluso a revolear por los aires cualquier atisbo de verosimilitud.
Ni siquiera la digitalización de gran parte de las finanzas institucionales y personales, con los home banking y distintas aplicaciones favoreciendo la menor circulación de billetes en papel, pueden con las viejas y queridas “películas de golpes” (“heist movies”), es decir, relatos con centro narrativo en el robo a una institución con innumerables fajos de dólares en sus a priori infranqueables bóvedas de seguridad. En la del edificio central del Banco de España, lo que hay además son varias monedas de oro que supieron pertenecer al legendario Francis Drake y en las que inscribió las coordenadas geográficas del lugar donde escondió un tesoro que los especialistas catalogan como, de mínima, multimillonario. Monedas que naufragaron junto a la carabela del pirata y que un magnate inglés logró recuperar en 2009, luego de años de búsqueda y sin saber que apenas las tuviera aterrizaría en su embarcación una cuadrilla de la policía española para detenerlo y quedarse con su botín. Pero el inglés quiere revancha. Y está dispuesto a todo con tal de recuperarlo, incluso a idear uno de los planes más descabellados que haya imaginado una película de este tipo. Tanto es así que el golpe al Banco Río de Acassuso planeado por Luis Mario Vitette Sellanes y compañía parece una aventura de amateurs.
Las películas de golpes suelen dividir su acción entre los preparativos y la ejecución. Dirigida por el catalán Jaume Balagueró (el mismo de la saga de terror [Rec]), Asalto a la Casa de la Moneda replica esa estructura, dedicando su primera parte a presentar a los distintos integrantes del equipo al que se suma el inglés Thom (Freddie Highmore), un joven ingeniero hijo de un poderoso petrolero que podría forrarse en plata con el oro negro pero que, sin embargo, prefiere pasarle factura a papá cambiando de rubro. Habrá, desde ya, una chica muy rápida de manos para el pungueo que funcionará como interés romántico del recién llegado, un ladrón rudo y veterano (Luis Tosar, presente en nueve de cada diez producciones españolas de ambiciones internacionales), algunos nerds informáticos y varios hombres que en principio no pinchan ni cortan... pero después sí. Todo en pos de burlar la bóveda más sofisticada del mundo, cuyo funcionamiento indescifrado durante 80 años le valió el mote de "ingeniería milagrosa".
Ambientada durante las vísperas y la final del Mundial de 2010, donde la selección ibérica venció a Holanda y se consagró campeona por primera vez, Asalto… es un cabal exponente de esos thrillers ultra intensos que proliferan en el ala más industrial del cine español. Una intensidad hecha de revelaciones, de mil giros y contragiros que se traducen en la acumulación de obstáculos que los integrantes del equipo deberán sortear en un par de escenas, para apenas hacerlo cruzarse con otro problemón más grande que pone, otra vez, en peligro el golpe. Es como si Balagueró estuviera dispuesto a todo con tal de que rotulen a la suya como “una película que no da respiro”. Dispuesto a incluso a revolear por los aires cualquier atisbo de verosimilitud. La buena noticia es que el propio realizador parece consiente de la maniobra, y en ningún momento siquiera amaga a pisar el freno de esta locomotora descontrolada con estación final en una escena que deja las puertas abiertas para más robos, aunque difícilmente tan absurdos como éste.